La plaza mayor de Venta de Baños, Palencia, es un conjunto monumental difícil de imaginar. En su centro una inmensa fuente de estilo rococó rodeada de columnas y capiteles de estilo dórico refleja la belleza de la Iglesia románica de San Zoilo; al lado de esta surge la cúpula de una mezquita del siglo XI que se levanta sobre restos de una sinagoga del siglo X.
Exactamente enfrente se halla un palacio gótico de elegante silueta que alberga el archivo municipal. Al otro lado unos jardines románticos preceden al ayuntamiento local, un noble edifico que algún indiano ricachón mandó levantarse al volver de Cuba con el bolsillo bien forrado.
Si el lector no lo conoce tal vez le pudiera parecer una acumulación disarmónica de bellezas, pero puedo asegurarle que es un conjunto excelso de una magnificencia histórica y arquitectónica impactante, especialmente cuando las montañas del fondo están cubiertas de nieve. Conmueve el alma más dura.
El otro día un ciudadano de origen africano se metió con su coche hasta el interior de la fuente y derribó una columna de tres mil años de antigüedad. Inmediatamente unas decenas de personas, que pasaban la tarde por allí leyendo a Byron, Kafka o Delibes se lanzaron a por él al grito de “Morodemierda, vete a tu casa”.
Solo quince segundos más tarde eran rodeados, identificados y detenidos por las fuerzas del orden público que se vieron primero apoyadas y luego aplaudidas por un enorme gentío de ventabañeses que, como toda persona de bien, rechazan la xenofobia.
Justamente lo contrario de lo que pasó en Vich a los que llamaban charnego a uno que se había introducido con su coche en una plaza peatonal. Con dos cojones.
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