Es la hora de reformar España,
urge un pacto que debería ser tan importante como el de la Transición, para
sacarnos del marasmo de la crisis que tanto como económica es social, cultural,
moral y salarial. El que voluntariamente decida quedarse fuera de este momento
perderá la capacidad de regenerar la sociedad.
Porque se trata sobre todo de
regenerar España. Una España cada vez más bruta, que se refleja en brutales (la
redundancia es voluntaria) programas de televisión; Una España cada vez más
inmoral, como demuestran los infinitos escándalos descubiertos y los todavía
por descubrir; una España cada vez más inculta como lo demuestran otra vez la
televisión y las encuestas PISA; y una España cada vez más injusta como
demuestra los salarios de ofensa y la emigración de nuestra juventud.
Es la hora de muchas cosas
nuevas, la hora de repensar una España sometida a las injustas y
antidemocráticas tropelías de bandoleros nacionalistas, una España para la que
Castilla, silente y humilde, no existe, por mucho que haya sido la madre que la
parió en 1492. Es la hora de repensar nuestras relaciones con una Unión Europea
que nos condena a ser sus camareros, sus crupiers y su casa de putas. Nos han
convertido en el vertedero del ocio europeo y debemos controlar nuestro destino
económico, empresarial y de desarrollo. Los británicos se han equivocado, sin
duda, pero otra Europa es posible. Hay que hacerla posible. Quien ponga
estúpidas líneas rojas, estérilmente anunciadas en el pasado, se quedará en el
limbo de las hemerotecas y sus líderes dirán un día “qué bonito mientras duró”.
Toca repensar España y la mayor
responsabilidad es de quien va a gobernar, de quien se encogió de hombros ante
la corrupción, quien manchó de veleidades seudoizquierdistas el perfil que
habían seguido sus votantes. Toca barrer España, toca limpiarla, pulirla, darle
brillo y esplendor. Las caídas, las grandes crisis, deben marcar un hito desde
el cual echar la vista atrás, aprender de los errores cometidos y recuperarse, con
la cabeza alta y un orgullo bien entendido. Muy orgulloso debe estar el que no
haya caído jamás, pero mucho más debe estarlo aquel que desde la podredumbre,
desde la miseria, desde la humillación recompone su figura, se sacude el barro
y sale a flote. Rajoy debe cercenar de raíz toda la maldad que ha corroído su
partido, renovarlo, rejuvenecerlo y, perdonen la palabra que voy a inventar,
“honestizarlo”. De encogerse de hombros ante la maldad debe pasar a enfrentarse
a ella. ¿Será capaz?
La recuperación económica no debe
pasar solo por la recuperación del empleo, sino también por la recuperación de
los salarios dignos. Un salario justo permite al empleado vivir y dar para
vivir a otros con sus gastos. Pero hablo sobre todo de justicia social, un arma
que no podemos dejar en manos de partidos demagogos, extremistas y cuyas teorías
económicas y sociales tuvieron un enorme éxito en la URSS, Cuba o la República
Democrática de Alemania. Éxito económico sino también de afecto popular.
Partidos henchidos de vana gloria (sí, dos palabras, separadas) y de ceguera
egocéntrica.
Ningún partido moderado debe
sentirse excluido de esta regeneración colectiva. Las líneas rojas deben ser
borradas inmediatamente y los vetos eliminados. Rivera debe rectificar, no
tiene capacidad para exigir nada a Rajoy. Nada, salvo regeneración, honradez y
deseo de servir a España por encima de su propio partido, de los nombres de sus
dirigentes. Debe ser ésta una ocasión que recuerde la historia de España. O
fenecemos todos en esta estúpida ruleta rusa a la española.
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