Escribí ayer en tuiter (@pedrodehoyos) que el tuit sugiriendo la muerte de Pedro Sánchez era una burrada suficiente para no votar jamás al partido que lo había tuiteado o retuiteado. Se puede ser partidista pero no se puede ser sectario, nunca se puede ser tan socialmente analfabeto, tan bruto, tan imprudente, tan majadero.
El problema es que en España estamos absurdamente acostumbrados a tanta maldad política, a tanto “barriobajerismo” social. Es un grave problema de maldad política que llevamos sufriendo desde hace años disfrazado de libertad de opinión, es un grave problema que tiene distintas medidas, distintas evaluaciones, según quien sea el autor de la burrada. La prensa, los representantes sociales, culturales y políticos tienen distintas varas de medir y eligen, como malos comerciantes interesados, la vara que más les conviene.
Hemos vistos a titiriteros defendidos por la izquierda después de burradas solo defendibles si se es sectario, deshonesto e interesadamente parcial. Hemos oído a raperos defender bombas y muertes de “fascistas”, entendiendo como fascista a todo el que no piense milimétricamente igual que ellos. Hemos oído a concejales progresistas reírse de millones de judíos metidos en el cenicero de un coche. Hemos visto a representantes del pueblo o de cierta prensa desear la muerte del rey. En todos los casos el cincuenta por ciento de la sociedad ha protestado, se ha quejado y ha lamentado las burradas de estos presuntos seres eclécticos. Pero solo el cincuenta por ciento, el otro cincuenta por ciento, el ideológicamente afín, callaba divertido y sin sentimiento de culpabilidad. Como ahora con este estúpido tuit.
Parte del drama de España es que los nuestros nunca son culpables, nunca son responsables, a los nuestros nunca les pediremos que rectifiquen. Porque en el fondo nos divierten, les disculpamos y hasta, tal vez, estemos de acuerdo con sus burradas. Serán unos hijos de puta, pero son nuestros hijos de puta.
@pedrodehoyos
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