Vaya de entrada que no me creo nada, que soy escéptico porque la vida me ha hecho así. Que nada de lo que sucede sucede por casualidad. Que nos manipulan, que no somos libres. Aunque estemos convencidos de serlo porque interesa a nuestra salud mental. Ni Podemos ni Vox son fruto de una casualidad. Han nacido porque alguien lo ha querido. Primero han creado la situación social adecuada y después nos los han vendido. Mercadotecnia, creo que se llama.
Y déjenme recrearme en Vox, que es lo más novedoso y estrepitoso del momento político. Vox, ese partido maldito, fascista, ultraderechista y repugnante, ese partido de la derecha rancia, amigo de los ricos y poderosos, amigo de Le Pen y Salvini, que se sentará en el Parlamento Europeo con los ultracatólicos polacos, ese partido nacido para humillar al pobre y enaltecer al rico, ese partido al que le gustaría vernos a todos llenar el Valle de los Caídos, ese partido con el que los puristas demócratas no quieren sentarse porque solo se sientan con partidos dignos como Bildu, ... Vox, digo, no habría alcanzado parlamentos ni concejalías si no se hubiesen creado las condiciones adecuadas. Voluntariamente.
Vox es la respuesta que alguien ha buscado intencionadamente cuando hemos pasado décadas observando cómo a nuestros políticos les daba vergüenza pronunciar la palabra “España”, cuando hemos pasado una generación creyendo que sentirse español era fascista. Vox es la respuesta buscada por alguien cuando nos parecía normal que Aznar y González pactaran los presupuestos del Estado a cambio de ventajas unilaterales para un grupo de españoles. Los grandes poderes, estoy convencido, han provocado grandes problemas para que aplicásemos, libre y soberanamente, la respuesta que ellos querían.
¿Alguien puede explicar desde la sensatez por qué hemos mantenido durante décadas, callada y resignadamente, como algo normal, lógico y deseable, que una panda de desgraciados vividores, macarras, chorizos y salteadores entraran en tu casa, te echaran de ella y vivieran tan felices comiendo perdices sin que autoridades ni jueces alcanzaran a poner orden justo en la sociedad?
Lo mismo podríamos decir de Podemos, claro, cuando nos muestran por activa y por pasiva, quieras o no, día y noche, a matrimonios ancianos expulsados de su casa por no pagar una renta de cien euros, digamos. ¿Alguien puede explicar desde la sensatez por qué hemos consentido, callada y resignadamente, que nos robasen un porcentaje de cada obra pública y se lo llevasen a Suiza o se pagasen bacanales, incluyendo prostituyas, con los dineros de los sindicatos? ¿No constituye todo esto, mantenido en vigor durante decenios, una provocación para una respuesta buscada previamente? ¿Quién coños dirige en realidad nuestra sociedad?
Los que hacen asquitos a Vox han mantenido que todos los inmigrantes son buenos, aunque hubieran entrado en España (Iba a decir “en este país”) ilegalmente y agrediendo a aquellos a quienes encargamos la custodia de nuestras fronteras. Los que hacen asquitos a Vox han mantenido que los manteros son grandes colaboradores de la sociedad, sin pagar impuestos, traficando con productos falsificados. Los que hacen asquitos a Vox han acusado a la policía municipal de Madrid de provocar la muerte de uno de estos manteros, policía a la que a su vez habían encargado mantener el orden y la legalidad en las calles de Madrid. Los que hacen asquitos a Vox pactan con independentistas, ayudándose mutuamente a alcanzar los fines propuestos. Primero se crea la necesidad, luego se dirige la respuesta social.
Los que hacen asquitos a Vox son los que intencionadamente han provocado su aparición y su ascenso. Como los que provocaron en su momento el nacimiento de Podemos. Nos creemos libres pero damos las respuestas que ellos buscan.
Y una vez alcanzados, o a punto de alcanzar, sus objetivos me pregunto cuáles son sus fines. “1984”, por ejemplo. E tutti contenti.
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