Palencia es una emoción:

31 agosto 2019

El fascismo de ser guardia civil


El otro día, una vez más, un grupo de subsaharianos ha entrado en España a la fuerza. Con cuchillas, ácidos y excrementos han asaltado la valla que nos separa de marruecos al medieval modo. Unos ciento cincuenta han conseguido entrar dejando detrás de sí destrucción y un grupo de guardias civiles heridos. ¿Si yo golpeo a un guardia o destruyo su puesto de vigilancia tampoco me pasa nada?

Siempre me llama la atención que después de cualquier alboroto ciudadano  el número de heridos en las fuerzas del orden es desproporcionadamente elevado. Protegidos por cascos, chalecos y escudos, siendo siempre un número muy inferior al de los manifestantes o asaltantes, terminan con más heridos y lesionados, bien en números proporcionales o bien en números absolutos.

A los guardias civiles de nuestra frontera sur no les dejan operar con todas las garantías para defendernos y defenderse. Ni este gobierno actual ni los anteriores. ¿Para qué los ponen ahí entonces? ¿A modo de diana para los asaltantes? ¿Pretenden que con su presencia inmóvil asusten a sus potenciales contrarios? ¿Qué tipo de absurda contradicción es esta?

Nos hemos acostumbrado a desmerecer a aquellos que nos defienden. Esto no ocurre en ninguna parte que no se llame España. En cualquier lugar del mundo estos servidores públicos tienen un reconocimiento social generalizado. Aquí nos encogemos de hombros cuando nos hablan de cuántos han resultado heridos por defendernos, por defender las leyes hechas para defendernos. Será porque ser policía, en cualquiera de sus modalidades, es ser facha, defender España es ser facha, defender la ley es ser facha.

Pero que un político que aspira a entrar en el gobierno se emocione cuando dan una patada a un policía es de superhéroes al modo de una asfixiante película americana.

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