Dicen “progresista” y debemos arrodillarnos y bajar la cabeza. Dicen “progresista” y lo justifican todo, como en el franquismo se justificaba todo diciendo “España”. Dicen “pulpo progresista” y debemos aceptarlo como animal de compañía aún en este secarral de Tierra de Campos donde habito.
Mira, bonita, en nombre del progresismo se quedan con el feminismo y nadie más que ellos, puede ser feminista. Dicen “progresista” y expulsan de las manis a los homosexuales que no piensan como ellos. Dicen “progresista” y debes aceptar como el catecismo 370 medidas vacías, inconexas, hueras como la huera elocuencia de Zapahuero. Dicen “medidas progresistas” y callas y tragas o te conviertes en un desalmado cavernícola que solo quieres el retraso, el retroceso y la regresión.
Pero, mira, bonita, en cuanto no hay una cámara delante, en cuanto no hay micrófonos a la vista, se les escapa, mira, bonita, el machismo patriarcal e hiperprotector o la homofobia contra el maricón compañero del consejo de ministros. Mira, bonita, eso se llama disimular, aparentar, fingir, teatralizar.
Dicen “progresismo” o “feminismo” y quieren discriminar al hombre pagándole la carrera de ciencias a los ciudadanos que tengan la fortuna de ser mujer. Mira, bonita, las mujeres que no eligen esa carrera no lo hacen porque no puedan pagársela. Ninguna de ellas, mira, bonita, necesita esa protección heteropatriarcal. Estudian -si quieren hacerlo y pueden hacerlo- lo que quieren y eligen, sí, pero, entre las razones de su elección la del dinero para esas carreras es la última preocupación. Preferencias y gustos personales, tradición, familia, distancias y otras circunstancias conforman la elección de cada uno.
Dicen “progresista” y se quedan con tu voluntad, dicen “progresista” y te llaman reaccionario, porque, mira, bonita, o piensas como ellos o no cuentas para ellos.
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