Me han llegado varios chistes sobre Franco. Tanto mi familia como compañeros de ilusiones han repetido gracietas al respecto: “Tres jueves hay en el año que relumbran más que el sol, Corpus Cristi, Jueves Santo y el día de la exhumación”. Nos hemos reído, hemos compartido y nos hemos sentido unidos.
A nadie le importa Franco. Solo a cuatro nostálgicos, absolutamente irrelevantes en el presente y en el futuro de España y a los más sectarios simpatizantes del PSOE. Franco es solo pasado, un dictador que nadie reivindica.
Es dolorosamente irónico que para tantos nostálgicos del antifranquismo una reliquia superada por el día a día sea algo importante. Nadie, ni Felipe González o Zapatero, ni el albañil de la obra de enfrente ni la señora del puesto de castañas, sentía la más mínima preocupación.
Es solo la necesidad de reivindicarse progresista, de ponerse el marchamo de antifranquista, de ganar unas elecciones, lo que ha traído a Franco a nuestros días. Nadie lo necesitaba tanto como Pedro Sánchez, es su descubrimiento para cubrirse de gloria ante sus más fervientes partidarios. Franco es un instrumento para dividir, para enfrentar, para excitar el voto. Pero seamos sinceros, hace diez años Franco importaba un pito. Empeñados en nuestros trabajos, en nuestras vidas, tal vez en pagar las vacaciones en el Caribe o en salir del paro, Franco era tan importante como la canción de Massiel o las predicciones del tiempo de Mariano Medina...
Hoy nos han entregado también las pesimistas estadísticas del paro, pero como estamos desenterrando a Franco la cosa importa poco... Solo por joder, solo por burlarme de tanta histeria, por rebelarme ante la manipulación me dan ganas de gritar ¡Viva Franco, donde sea que le hayan enterrado!
No hay comentarios:
Publicar un comentario