Que nuestros diputados puedan
tomarse el gin-tonic a costa de los presupuestos de las Cortes y por tanto a
costa de los impuestos de los ciudadanos es muestra de la sinvergonzonería de
este país pleno de rinconetes y cortadillos, en el que si no te aprovechas de
los privilegios a tu alcance no eres honrado sino imbécil.
En España medio país ha robado al
otro medio, desde aquel segurata bizco, feo y calvo que se largó a Brasil con
el furgón hasta “mihenmano”, Roldán, los de los ERE’s fraudulentos, los
yernísimos monárquicos y los de los sobre-sueldos. Que en un país arruinado por
tanta sinvergonzonería haya altos cargos que apoyen estos descuentos de
democracia alcohólica, propios de un economato de cooperativa obrera, es una
gilipollez supina, es muestra de la ruina moral y política de seres desastrados,
impúdicos y endiosados en su propia estupidez y obscenidad.
Que a mi vecina le reduzcan la
pensión, que las administraciones deban millones de euros a sus proveedores o
que el Estado esté a punto de la quiebra y sin embargo se mantenga este merced insensata y clasista es una
desfachatez propia de seres privilegiados e insensibles a cuanto acontece a su
alrededor, de quienes se saben miembros de una élite predilecta a la que nadie
puede toser porque allá, a lo alto de su pedestal, no llegamos los simples seres
humanos. Que somos los que les mantenemos.
Son indignos de nosotros, sus
jefes, sus “paganos”, aquellos ante quienes tienen que responder. Estas prebendas
mentecatas y rastreras, propias de rateros y truhanes, de indignos y tramposos,
de malandrines y rufianes, mantienen a los diputados en una galaxia muy, muy,
muy lejana y absolutamente ajena a la realidad que pretenden, angélicos, querer
combatir.
No, ciertamente, subir el precio
de las orgías alcohólicas de nuestros diputados, sí, ya sé que estoy siendo
inexacto y demagogo, no solucionaría de un día para otro el déficit que tan de
cabeza nos trae a todos ni permitiría que a mi vecina le subieran la pensión ni
sacaría al Estado de la quiebra que le anda rondando, pero por lo menos los ciudadanos
nos veríamos libres de la humillación de pagar sus vicios con nuestros
impuestos. Mantener esta subvención muestra que la distancia intelectual que
hay entre los políticos y los ciudadanos, entre las Cortes y las calles, entre
los partidos y sus votantes, es mayor que la que pudiera existir entre un
cromañón y el ingeniero que diseñó uno de esos cochecitos que andan dando
vueltas por Marte. Y si habláramos de distancia moral entre quienes lo
consienten o se sirven de ello y cualquiera de los lectores habituales de este
blog tendríamos que inventar una nueva medida, pongamos el milenio-luz. ¡Hipócritas!
Es la misma distancia que hay entre la razón y la sinrazón, entre la locura y
la cordura, entre la justicia y la injusticia. Entre un político y un ciudadano
de bien.
2 comentarios:
Me gusta su blog y su artículo. Tenga en cuenta que somos muy de prebendas, de canongías, de precios públicos; también de economatos de lujo. Y aunque lo de los gin-tonics de los Padres de la Patria a precio de cafetería de Facultad no deja de ser el chocolate del loro, me recuerda vívidamente a Volvogrado, aquel Barrio Residencial de los jerarcas de la RDA, quienes, como usted sabrá, a cambio de sacrificarse en bien de la Humanidad habían de soportar esa vida regalada que encerraban sus muros y guardas de seguridad. ¡Ah, el peso de la púrpura!
Pues no sabe cuánto le agradezco la visita y el elogio, me gustaría que volviera por este blog con frecuencia, se lo agradecería
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