De pronto, como si alguien
hubiese dado la señal de "tonto el último" se han puesto todos a
hablar de pactos, todos quieren los pactos y nadie quiere quedarse descolgado.
Eso sí, todos están de acuerdo en que el que debe de ceder es el otro, faltaría
más. Pactos sí, si los diseño yo, si no...
Mala, muy mala debe ser la
situación para que quienes han sido incapaces de ver esta crisis y los que no
saben sacarnos de ella se pongan de acuerdo. Tantos años acostumbrados a vivir
a costa de los errores de los demás, ganando elecciones por deméritos ajenos y
nunca por méritos propios arrastran estas consecuencias. La razón soy yo, allá
ellos.
Tiene todo el aspecto de ser una
prueba, la última prueba, para evitar el desastre de una sociedad que se cae a
pedazos, económica, política y socialmente. La ineficacia de un modelo social
que pone todo su empeño en enriquecerse materialmente, en poseer lo que sea
contra quien sea y por encima de lo que sea, se nos viene encima y este grupo
de políticos que se alternan en el papelón de poli bueno y poli malo se juegan
la permanencia, la propia y la de sus partidos, en este ineficaz drama que nos
tiene abocados al descenso.... por el precipicio. O se las arreglan para
solucionar esta crisis que nos han colgado a la espalda a obreros, funcionarios
y jubilados (sí, y a pequeños empresarios) o vamos todos al desastre claramente
anunciado.
Todo el empeño social parece
destinado a solucionar la crisis económica sin que nadie parezca acordarse de
la crisis social. Al parecer a nadie le importa que estemos sacando adelante
generaciones de jóvenes sin criterios éticos o morales, para una parte de los
cuales la diversión consiste en reunirse a beber sin ton ni son cada fin de
semana, en llevarse a la cama cada semana a una persona distinta y en gastar
hasta el último céntimo ...proporcionado por sus padres, faltaría más.
No, no hablo una ley de
Educación, ésa que cambia con cada gobierno y que debería formar parte de ese
gran acuerdo nacional que se prevé, sino de una moralización de la sociedad,
que incluya hablar a los niños tanto de
deberes como de derechos, que les exija trabajo y esfuerzo para salir adelante,
que incluya un claro mandamiento de respeto mutuo, que les enseñe que la vida
es justamente lo contrario a lo que pregonan las series de televisión más
conocidas, desde Aida, La que se avecina, Gran Hermano a otras marranadas
semejantes. Y no, analfabetos sociales, no estoy hablando de religión, de
cristianismo o de cuestiones semejantes, sino de hacer entender que el amor es
una cosa y el sexo otra; que beber es una cosa y emborracharse otra; que
divertirse es maravilloso pero no tiene nada que ver con el botellón. Ah, y que
para salir adelante hay que currar como un negro, y permítanme esta expresión
sin llamarme racista, vaya memez.
Y sí, efectivamente hay miles de
jóvenes serios, responsables y laboriosos, la mitad de los cuales, según las
estadísticas, tienen que irse al extranjero a trabajar. Como lo tuvieron que
hacer sus abuelos. Todos ésos son los años que ha perdido España con estos
gobiernos, con estos políticos, con este sistema. Es lo que hay que cambiar.
Urge un pacto entre los partidos para solucionar los cimientos de una sociedad
que se tambalea. Pero no, lo único que nos importa es el dinero, ése que nos ha
arruinado.
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