Tenía yo la sensación de que con
algunos temas me estaba convirtiendo en intolerante, facha, retrógrado,
cavernícola, rata de sacristía, franquista y toda esa ristra de estereotipos
con los que la sociedad crucifica a los que defienden valores perdidos.
Cuestión de no cambiar, Pedro, al ritmo de una sociedad en permanente
evolución…
Con el alcohol y los jóvenes, por
ejemplo. Yo me encontraba solo defendiendo determinadas actitudes sociales que
veía abandonadas. Esto de que algunos jóvenes beban teniendo como objetivo
final la borrachera me preocupaba. Sin embargo no veía que la sociedad tuviera
conciencia de la disfunción que supone tener el alcohol como meta y no como
mera circunstancia acompañante de la diversión.
Así hasta que la consejera de
Familia, según publicó Diario Palentino el lunes pasado, llamó a la lucha
social contra la permisividad que existe hacia el consumo de alcohol por los
jóvenes.
Vean ustedes que no llamó a la
lucha contra el consumo sino contra la tolerancia social, contra la aceptación,
por una sociedad engreída y satisfecha de sí misma, del alcoholismo juvenil.
Milagros Marco hacía un llamamiento a la implicación de las familias y, aunque
yo echo en falta una alusión a la tolerancia de algunos gobernadores civiles
-llámense como se llamen ahora- con los tugurios conocidos por la sociedad
palentina que venden alcohol a cualquiera y a cualquier hora, me parecía que
tenía gran razón, es la familia y la sociedad quienes tienen que luchar contra
esta estúpida costumbre de aceptar todo, de consentir todo, de aceptar todo.
Todo es válido en una sociedad
que considera que oponerse, frenar o impedir son actitudes de carácter represor
y por tanto intolerantes y antidemócratas. Nuestra sociedad se ha equivocado y
hemos convertido la virtud de la tolerancia en una manga ancha que asume trodo
tipo de conductas disparatadas ante el temor de que, oh, cielos, me llamen
facha.
Ya pueden gastarse las
instituciones todo el presupuesto en la lucha contra el alcoholismo que,
mientras la sociedad entienda que el botellón semanal es costumbre juvenil
tolerable, nada podremos hacer por evitarlo. Es la sociedad la que debe reaccionar
aceptando que nos hemos pasado de frenada y que corregir e impedir también son
conductas sociables defendibles y aceptables. No deberíamos aceptar pulpo como
animal de compañía.
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