Palencia es una emoción:

25 enero 2007

La concejala antisistema y yo

Hay cosas que no pueden ser y además son imposibles. No estoy muy seguro de quien lo dijo pero debería estudiarse en las escuelas de primaria, a ser posible como parte del currículum más básico para que nuestros niños no se metan a políticos. Yo siempre me he preguntado cómo podía ser posible que un partido mexicano fuese a la vez revolucionario e institucional. ¿Si era institucional contra quién hacía la revolución? Claro que también me preguntaba cómo podía ser perfectamente demócrata y llevar más de sesenta años ininterrumpidos en el poder...
Nunca hallé respuesta a mis preguntas ni nunca la hallaré, me temo. Y eso me pasa cada dos por tres en esta España de 2007. Por ejemplo también me pregunto cómo hace ETA para colocar bombas, destruir un aparcamiento, matar a dos personas y defender la paz. Todo al mismo tiempo, todo en la misma acción. Preguntas cómo esas me han quitado el sueño durante largas y tenebrosas noches. Se me antojan más difíciles que demostrar la virginidad de María exclusivamente a la luz de la Razón. Imposible, vaya. (Por favor, católicos, no se me echen a la yugular, relean y tomen nota de que me refiero: “exclusivamente a la luz de la Razón”, no de la Fe). También me inquietan profundamente otras contradicciones que han saltado últimamente a la prensa. Por ejemplo la de la concejala catalana que se autodefine como una “antisistema”.
Me gustaría extenderme en el paradójico y contradictorio comentario, que se presta fácilmente al lucimiento, pero creo que ya llego tarde, que de la pobre se ha cachondeado ya medio mundo, permítanme exclusivamente preguntarme en voz alta cómo es posible estar a la vez dentro y fuera del sistema. Del Sistema, quiero decir. Cómo es posible trabajar y combatir a la vez el Sistema. Cómo es posible tener un horario para cumplir con el Sistema, cobrando, y tener otro horario para oponerse. Posiblemente gratis, imagino. A mí todo esto me suena a que se están riendo de nosotros, se están quedando con nosotros y no les importa que lo sepamos. Se frotan las manos, nos hacen pasar por la urnas, nos cobran impuestos, tenemos que desayunarnos todas las mañanas con sus caras en los periódicos y encima tenemos que leernos sus descubrimientos filosóficos como el que les digo. Bueno, al fin y al cabo nos hacen reír, algo es algo.
Lo último de esta concejala y sus congéneeres es que nos quieren cobrar por trabajar. O por el fruto de nuestro trabajo, vaya, que es lo mismo. La estupidez de los políticos es un mal que se extiende más rápidamente que la gripe aviaria y el contagio va del País Vasco a Cataluña y de aquí a Galicia y nos quieren hacer pagar por tener dos pisos. No, no es mi caso, sosiéguese el lector, yo sólo tengo la casa que habito, mal que me pese. Me pregunto alterado si llegará el día que tengamos que pagar, más todavía, por tener dos coches. Ése sí es mi caso, bueno, es el de Misanta y el mío. Ambos lo necesitamos para trabajar, pero, ya puestos, me temo lo peor.
Conste que yo creo que sí, que el Estado debe hacer más para cumplir el derecho constitucional a la vivienda digna, sí. Miren, les doy mi muy sincera palabra de honor de que estas noches de intensa helada mesetaria me acuerdo de todos aquellos que no tienen casa, se lo prometo. El Estado no cumple su función cuando no consigue que todo ser humano disponga de una casa, digna y confortable, en la que vivir. Si sigo filosofando por ese camino suelo terminar preguntándome entonces para qué está el Estado, para qué lo queremos, para qué nos sirve, si no sería mejor alquilárselo al dueño de El Corte Inglés, a Ruiz Mateos o a Polanco y que lo gestionen ellos que seguramente tendrían experiencia suficiente.
Llegado ese punto me detengo, pongo los pies en el suelo y digo que sí, que el Estado puede y debe hacer mucho más por los que no tienen casa. Por ejemplo, cambiar la Ley, respaldar a los que estarían encantados de poner la suya en alquiler, defender a quienes han sido despojados de su propiedad por delincuentes bien asesorados, atrapar a los que desaparecen después de causar indescriptibles daños en la propiedad ajena y obligar a los inquilinos que con prodigiosas excusas trampean año tras año sin pagar a los arrendadores. Claro que el Estado puede hacer más por los sin techo.
No estoy personalmente preocupado porque no tengo dos casas, pero además de los dos coches tengo dos bicis, dos sofás y dos vajillas. Me pregunto si tener dos hijos. Por las dos esposas ya ni pregunto.

No hay comentarios:

Seguidores del blog

Otros blogs míos.