Palencia es una emoción:

09 agosto 2017

Juana, fuera de mi casa

Uno de los debates más absurdos que se pueden dar en un país es si se deben cumplir las leyes o no. Cuando se llega a este nivel es que el país está sumergido en una crisis lógica, ética y legal muy grande. Que nadie puede tomarse la justicia por su mano parece una premisa demasiado obvia para haberla dejado de lado.

Sin embargo España es asín. Sí, “asín”. En Cataluña las propias autoridades, su propio parlamento y algunas de sus instituciones más prestigiosas han auspiciado esta visión de la vida y nos asustamos de que cuatro mozalbetes neocomunistas, neoviolentos y neoanalfabetos destruyan la propiedad pública o privada sin que la ley actúe, sin que salten las alarmas sociales.

La demagogia tiene mucha culpa de ello. En el caso de Juana, basta que sea mujer y haya sido agredida (¿necesito explicitar mi condena verbal al agresor?) para que un inacabable ejército de teóricos solidarios (y “solidarias”) haya salido a las redes sociales y a la vida real manifestando su desacato a la ley. Uno se pregunta sin hallar respuesta cuándo se puede desobedecer una ley… ¿Cuando la ley sea injusta? ¿Y quién, con suficiente neutralidad, conocimiento y objetividad, puede decir que una ley es injusta? ¡Los jueces, nunca los afectados!

Tengo el claro convencimiento de que Facebook, Twitter y herramientas de comunicación semejantes tienen mucha culpa de estos alborotos tan fuera de lugar. En mi profundo ser creo que un ente superior, inalcanzable, omnisciente y a la vez humano debería poner coto al acceso de cualquier iletrado a las redes sociales. Al menos cierto coto, una especie de examen de lógica y civilización, de buena cabeza y sentido común, un examen de dureza semejante al permiso para pilotar motos o coches de competición. Por lo menos.

Juana tiene que cumplir la ley. Como yo, como usted. Porque las partes implicadas no pueden decidir cuándo una ley es buena o no, cuándo se debe cumplir o no. Porque la ley se debe cumplir siempre, aunque el padre que debe recibir a sus hijos, con todo el derecho legal del mundo, sea un maltratador y haya recibido condena por ello. Porque las leyes se cumplen, sean las de condena por maltrato o sean las que permiten a un padre convivir determinadas veces al año con sus hijos. Y cuidarlos. Y quererlos. Por eso yo echaría a Juana de mi casa.

Por cierto, si hablamos de leyes injustas hablemos también de esas que con el apoyo del Parlamento obligan u obligarán a los hombres a demostrar su inocencia en determinados casos de maltrato doméstico. Hasta ahora se tenía que demostrar la culpabilidad de los acusados, estos no deben nunca demostrar su inocencia. Esa ley también será injusta.

Juana no entrará nunca en mi casa.

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