Doy por supuesto que la mayoría de los ciudadanos no estará de acuerdo conmigo y que nuevamente me sentiré sólo e incomprendido, qué dolor, pero por una vez estoy de acuerdo con que la Junta de Castilla y León se haya gastado todo ese mogollón de dinero en comprar la espada del Cid.
Todos los pueblos, el castellano también, viene de un lejano pasado en el que hunde sus raíces y que condiciona, aún sin determinarlo, su futuro. Somos hijos de nuestro pasado y los símbolos son nuestra herencia. En todos los pueblos la simbología es parte importante para reconocerse en la Historia de la Humanidad con personalidad propia, la tenemos presente para sentirnos parte de ella, para sentirla parte de nuestro futuro, para amarla, para amarnos y creernos que somos. Todos los pueblos aman sus símbolos porque forman parte de una Historia que es la que explica el presente y el futuro. El Cid es posiblemente el primer héroe de una tierra que primero supo escribir su Historia y fundirla después con la de España, algo de lo que los castellanos se sienten orgullosos a pesar de que en el intercambio no nos pudo ir peor.
Todo pueblo está orgulloso de sí mismo, de su pasado y de sus símbolos. No hay tierra que no tenga su símbolo en el que sentirse representada y del que sentirse legítimamente orgullosa: París tiene Nôtre Dame; Roma, el Coliseo; Grecia, el Partenón. La nuestra también es una tierra milenaria, en realidad ya son más de mil años, y puede estar orgullosa de disfrutar de símbolos históricos y culturales como calzadas o acueductos romanos, catedrales románicas y góticas, villas históricas, monasterios que tallaron delicados orfebres y hasta la iglesia más antigua de España.
Pocas tierras han dado origen a tantos hombres forjadores de Historia, en pocos lugares del mundo han nacido tantos hombres y mujeres que desde las armas o desde la Cultura o la Religión hayan contribuido tan fuertemente a marcar el destino de tierras y vidas. Las páginas de nuestra Historia están llenas de héroes legendarios entre los que figura Ruy Díaz de Vivar, personaje irrepetible en una Historia de Castilla que terminará fundiéndose con otras para formar la Historia de España. Tener entre nosotros una reliquia de ese importantísimo valor cultural e histórico es una decisión que honra a nuestras autoridades.
Podrá argüirse que es un dinero que podría haberse dedicado a arreglar carreteras o levantar hospitales. Que es lo mismo que pude decirse del dinero que se dedica a restaurar imprescindibles ruinas romanas, edificios históricos centenarios o beatos milenarios. O pagar a los políticos, por ejemplo.
La espada cidiana, como cualquier retablo, como cualquier claustro monacal, como Atapuerca, como nuestros bosques, forma parte de un patrimonio histórico que hemos de cuidar, proteger y legar a nuestros descendientes con legítimo orgullo. El dinero pagado por depositarla en lugar tan noble como la Catedral de Burgos es el que otras Comunidades derrochan pagando una inservible televisión regional, y a veces dos, cuya única misión es estar al servicio de los líderes de los partidos locales. Castilla y León afortunadamente no tiene televisión regional pública en la que enterrar millones de pesetas que sirvan de peana laudatoria al presidente regional. ¿Desde cuándo es mejor derrochar millones en programar películas extranjeras, ridículos concursos o series vergonzantes que invertirlos en Patrimonio?
Que viva el Cid Campeador.
Todos los pueblos, el castellano también, viene de un lejano pasado en el que hunde sus raíces y que condiciona, aún sin determinarlo, su futuro. Somos hijos de nuestro pasado y los símbolos son nuestra herencia. En todos los pueblos la simbología es parte importante para reconocerse en la Historia de la Humanidad con personalidad propia, la tenemos presente para sentirnos parte de ella, para sentirla parte de nuestro futuro, para amarla, para amarnos y creernos que somos. Todos los pueblos aman sus símbolos porque forman parte de una Historia que es la que explica el presente y el futuro. El Cid es posiblemente el primer héroe de una tierra que primero supo escribir su Historia y fundirla después con la de España, algo de lo que los castellanos se sienten orgullosos a pesar de que en el intercambio no nos pudo ir peor.
Todo pueblo está orgulloso de sí mismo, de su pasado y de sus símbolos. No hay tierra que no tenga su símbolo en el que sentirse representada y del que sentirse legítimamente orgullosa: París tiene Nôtre Dame; Roma, el Coliseo; Grecia, el Partenón. La nuestra también es una tierra milenaria, en realidad ya son más de mil años, y puede estar orgullosa de disfrutar de símbolos históricos y culturales como calzadas o acueductos romanos, catedrales románicas y góticas, villas históricas, monasterios que tallaron delicados orfebres y hasta la iglesia más antigua de España.
Pocas tierras han dado origen a tantos hombres forjadores de Historia, en pocos lugares del mundo han nacido tantos hombres y mujeres que desde las armas o desde la Cultura o la Religión hayan contribuido tan fuertemente a marcar el destino de tierras y vidas. Las páginas de nuestra Historia están llenas de héroes legendarios entre los que figura Ruy Díaz de Vivar, personaje irrepetible en una Historia de Castilla que terminará fundiéndose con otras para formar la Historia de España. Tener entre nosotros una reliquia de ese importantísimo valor cultural e histórico es una decisión que honra a nuestras autoridades.
Podrá argüirse que es un dinero que podría haberse dedicado a arreglar carreteras o levantar hospitales. Que es lo mismo que pude decirse del dinero que se dedica a restaurar imprescindibles ruinas romanas, edificios históricos centenarios o beatos milenarios. O pagar a los políticos, por ejemplo.
La espada cidiana, como cualquier retablo, como cualquier claustro monacal, como Atapuerca, como nuestros bosques, forma parte de un patrimonio histórico que hemos de cuidar, proteger y legar a nuestros descendientes con legítimo orgullo. El dinero pagado por depositarla en lugar tan noble como la Catedral de Burgos es el que otras Comunidades derrochan pagando una inservible televisión regional, y a veces dos, cuya única misión es estar al servicio de los líderes de los partidos locales. Castilla y León afortunadamente no tiene televisión regional pública en la que enterrar millones de pesetas que sirvan de peana laudatoria al presidente regional. ¿Desde cuándo es mejor derrochar millones en programar películas extranjeras, ridículos concursos o series vergonzantes que invertirlos en Patrimonio?
Que viva el Cid Campeador.
3 comentarios:
Buenas, don Pedro:
Sigo con asiduidad su cuaderno de bitácora, ya que en mi ciudad no llegan las ondas de la televisión donde a veces interviene, ni tengo acceso a los periódicos donde publica. Me gustaría agradecerle tantos buenos ratos charlando con usted --aunque usted no escuche mis argumentos y réplicas-- y alguna que otra polémica apasionante sobre su artículo con mi mujer.
Hoy es de esos días en que voy a discrepar. No seré yo quien diga que mejor es enterrar los millones en televisiones que en patrimonio artístico o histórico. En el caso de los hospitales o las carreteras ya dudo algo más, porque anda que no hay agujeros que tapar en Castilla. Pero algo hay en todo esto que no entiendo y que le propongo como discusión: puesto que la espada ya estaba en Castilla, ¿era realmente tan importante que estuviese en manos privadas o públicas? ¿No estaba expuesta en el museo del Ejército a la vista de quien quisiera visitarla? No es lo mismo que si, pongamos, hubiese residido en Polonia, en California o en Pernambuco por esos avatares del destino que a veces protagonizan las obras de arte.
Un saludo,
Pablo
timanfaya41@yahoo.es
Pues permítame agradecerle sus visitas, sus conversaciones "conmigo" (de las que me gustaría también oír las discrepancias, cómo no, y hasta las polémicas con su esposa), ello es gratificante para alguien que lo que quiere es precismente eso: Comunicar.
Efectivamente, la espada ya estaba en Castilla (Madrid), y siendo de propiedad privada estaba efectivamente expuesta donde usted dice, son las cosas que trae esto de la división artificial de Castilla en varias comunidades autónomas.
De todas formas eso tampoco me termina de valer, ¿sabe usted que varios de los mejores capiteles de Aguilar de Campóo están también en Madrid? ¿Y la corona de Recesvinto que no está en Baños de Cerrato? ¿Y.. ?
Podríamos seguir mucho tiempo. Madrid es Castilla, pero Castilla es más que Madrid.
Estando en manos públicas está en manos de todos, nos pertenece a todos y todos podremos estar orgullosos de tener tan importante reliquia. Nuestra.
Espero seguir contando con usted, sus visitas, sus discrepancias y sus polémicas.
Un saludo.
Concretamente esa espada de 1,6 millones de Euros no forma parte de nuestra historia. Digamos que ayuda a alimentar un mito demasiado maltratado por engaños y falsedades que antaño se daban por buenos. Hoy en la era de la información se desmitifican héroes, como se consagran otros.
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