Encontrar alguien que me llame, escucharle seriamente y luego decirle: “Oich, espera, que me llaman por la otra línea, luego te llamo”. Y llamarle. Pa que aprenda.
Que me devuelvan todos los libros que he prestado. Devolver todos los libros que me han prestado. Escribir ese libro pendiente que me ha de traer fama y honores. Post mortem.
Decir alguna de esas solemnes chorradas que algunos alaban tanto y luego pasan a la posteridad.
Decirle a esa vieja y fea compañera que no me saluda que es vieja y fea. Y saludarla.
Decirle a ese guardia municipal que YO tenía razón, que ÉL se equivocaba, darle una palmadita y dejarle que me invite a un café con leche.
Escribir mi epitafio: “Aquí yace uno que no sabía qué escribir para su epitafio”.
Ir de espectador a un programa del corazón y hacer un par de cortes de mangas a los patrocinadores, presentadores y participantes en general. Pagar un anuncio en los intermedios de esos programas para decir lo que pienso de esos programas.
Comer todas esas cosas que engordan o producen colesterol y que nunca me dejan comer. Beber todas esas cosas que nunca me dejan beber. Decirles lo que pienso a todo los que no me dejan comer o beber lo que yo quiero.
Ir al que fue mi pueblo de vacaciones favorito y decirle al alcalde lo que pienso de él, de sus antecesores, del urbanismo salvaje y de hacer chalés adosados en medio de los valles más bonitos de España.
Hacer pis en ese puñetero rosal tan bonito que nunca me ha dado más de dos o tres flores escandalosamente canijas, feas y siempre prematuramente ajadas.
Votar alguna vez al partido ganador. Hacer que mi perro comprenda todo lo que lo quiero. Rechazar la oferta económica de algún periódico.
Ir a tomarme un café con leche y un bollo suizo a la entrada de algún centro de trabajo multitudinario. Cuando las multitudes entren a trabajar.
Poner muy alto las radios y televisiones de mi casa, cada una en una emisora diferente. A las tres de la mañana.
Contratar un albañil o un fontanero o un electricista y estrecharle la mano por haber acabado la obra en el plazo prometido.
Saber cuándo voy a morirme. Escribir un artículo enumerando todas las cosas que he de hacer antes de morirme. Testar.
Irme de vacaciones fuera de temporada, ir a los centros comerciales en fechas y horas fuera de las habituales. Ir a mi banco a las once de la mañana.
Encontrar a todas las chicas que alguna vez me dejaron, felicitarlas y darles las gracias.
No hacer nada.
Pero todo ello sin prisa, eh.
Un ciego en el cine Capitol: 01 El Capitol
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Alguien tuvo la humorada de colocarle al viejo y decrépito cine de mi
pueblo el pomposo nombre de “Capitol” quizá queriendo arrastrar con el
nombre el glam...
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