Palencia es una emoción:

11 septiembre 2007

Medina del Campo

Cada uno se monta el fin de semana como Dios le da a entender. Algunos salen de caza, otros van de camping o a la playa. Yo voy con frecuencia a Medina del Campo. No en vano en Medina se conservan tradiciones medievales, los domingos hay mercado y en sus calles dinámicas se vive un ambiente curioso, propio de un domingo en el que la gente trabaja, abre sus comercios y realiza sus compras.

Llegar es un paseo fácil y sugestivo por autovía, directamente desde mi casa, cómodo y seguro. Disfruto conduciendo por una vez muy serenamente, relajando la vista por el amplio horizonte castellano. Ya cerca, algo me impele siempre a hacer una parada en las bodegas de Rueda, cedo siempre a la tentación para disfrutar de su ambiente contradictoriamente cosmopolita y castellano, con clientes que hacen un pequeño alto en su largo viaje y con otros parroquianos y proveedores locales que trasladan por momentos un curioso y llamativo contraste de idas y venidas. Como es inevitable, cuando salgo voy cargado de productos de la tierra, también sólidos, conste, de los que voy dando serena cuenta en las semanas siguientes.

Me gusta pasear por las calles de Medina. Sin rumbo, despacio, quizá con las manos en los bolsillos, hablando o jugando con mi familia, pero siempre observando la ciudad y sus bulliciosos habitantes. Tiene Medina el tamaño que me gusta, el adecuado para disfrutar de unos servicios imprescindibles en una ciudad moderna sin haberse convertido en un lugar sin alma e impersonal. Se mezcla en sus calles el sabor de las actitudes y costumbres tradicionales y el espíritu de una ciudad comercial e innovadora. Aún conservan tanto en la calle Padilla como en la plaza mayor algunas casas que dotan de personalidad propia a esta antigua villa castellana, quiera la sabiduría de los medinenses conservarlas. Si algún terrible día fueran sustituidas por esos edificios modernos de acero, plástico y neón se perdería buena parte del sabor de los plácidos paseos, arraigado en los soportales de su plaza mayor que amparan estas soleadas mañanas septembrinas. Tan grave error acompañaría, lamentabilísimamente, al de aquella lumbrera del urbanismo que en algún momento del pasado decidió convertir el centro de esta plaza mayor en una árida meseta impersonal y áspera, desprovista de naturaleza y de belleza alguna. Espero, para tranquilidad de mi alma, que el culpable arda en el infierno de los urbanistas irrepetibles.

Pero me gusta pasear por las calles céntricas de Medina. Sin rumbo, despacio, quizá con las manos en los bolsillos, observando cómo se despereza la ciudad, cómo sus habitantes se encuentran y se saludan, se reconocen y se disponen a disfrutar de un domingo de mercado. Uno de los placeres que más disfruto es entrar en su comercio tradicional, charlar con unos y con otros y realizar alguna pequeña compra, esas cosas tal vez sin importancia que te producen el raro placer de lo inesperado. Sentado en alguna de sus terrazas contemplo el atareado quehacer de alguna señora endomingada o el inquieto caminar, siempre lleno de sonrisas y miradas de doble intención, de algunas chavalitas jóvenes que se sobresaltan al saludar inesperadamente a algún conocido de su misma edad. El ambiente en sus calles tiene ese grado justo de bullicio y animación que le motiva a uno para sentirse vivo y disfrutar de la vida. De las cosas ordinarias de la vida, quiero decir, ésas que son tan difíciles de gustar por el hombre que tiene puestos sus placeres en materias mucho más elaboradas, complicadas y mercantilizadas del siglo de las tecnologías y del comercio.

Suelo tener un problema cuando va llegando la hora de la comida. Durante largo tiempo he sido cliente de uno de sus más importantes restaurantes, quizá el más tradicional y renombrado de la Plaza Mayor, pero en vista de la aspereza en el trato y la mala atención al cliente, las prisas eternas y la actitud entre indiferente y despectiva de sus camareros, en el futuro habré de buscarme otro sitio, un restaurante es mucho más que un sitio donde a uno le echan de comer a cambio de unas monedas. Últimamente tampoco la relación calidad-precio correspondía a la legendaria fama del local.

Vuelvo con frecuencia a Medina del Campo, me gusta pasear por sus calles céntricas, sin rumbo, despacio, quizá con las manos en los bolsillos, observando cómo la ciudad se goza de su brillante presente y se enorgullece de su probable futuro.

2 comentarios:

Mandi dijo...

Me encantado su comentario hacia Medina del Campo tanto sus pros como sus contras, porque ha acertado de lleno.
Pero aun asi lo que le falta a Medina es menos cosmopolitismo que ultimamente se esta gestando. Ademas de la nula recuperación de esos monumentos que hacen de Medina ser especial.
Aun asi no tenemos turismo siempre se ven las mismas caras. Tenemos unos mienbros del Ayuntamiento que lo unico que piensan es en sus partidos y en su beneficio(ambos bandos). Y ojala como bien has dicho en tu articulo,que ardan en el infierno los que nos robaron una plaza limpia, vegetal, y en las que se podia pasear... ya que Medina del Campo esta sufriendo la politica del hormigon.
En esto ultimo hago referencia a los espacios verdes perdidos por piedra, tambien hago referencia a los parques prometidos con arboles....(solo plantaron cuatro cuando anteriormente era una alameda).
Es decir, yo como medinense que soy y arqueologo de profesion me remito a que Medina necesita turismo para hacerla mas encantadora de lo que es realmente, necesita vida.
Desde aqui un saludo de un medinense un poco cansado que tiene que emigrar.

Mandi dijo...

Me ha encantado su comentario hacia Medina del Campo tanto sus pros como sus contras, porque ha acertado de lleno.
Pero aun asi lo que le falta a Medina es menos cosmopolitismo que ultimamente se esta gestando. Ademas de la nula recuperación de esos monumentos que hacen de Medina ser especial. Aun asi no tenemos turismo siempre se ven las mismas caras. Tenemos unos mienbros del Ayuntamiento que lo unico que piensan es en sus partidos y en su beneficio(ambos bandos). Y ojala como bien has dicho en tu articulo,que ardan en el infierno los que nos robaron una plaza limpia, vegetal, y en las que se podia pasear...
Medina del Campo esta sufriendo la politica del hormigon. En esto ultimo hago referencia a los espacios verdes perdidos por piedra, tambien hago referencia a los parques prometidos con arboles....solo plantaron cuatro, cuando anteriormente era una alameda.
Es decir yo como medinense que soy y arqueologo de profesion me remito a que Medina necesita turismo para hacerla mas encantadora de lo que es realmente, necesita vida. Tenemos todos los factores que nos hacen grandes a nivel turistico, posiblemente el Castillo mas bonito de España, pero no hay una comunicación entre la zona antigua de la Mota y el casco antiguo.Ademas de la pasividad de esos habitantes de tener esos monumentos que realmente es lo que hacen a Medina ser grande e historica.
Desde aqui un saludo de un medinense un poco cansado que tiene que emigrar.

Seguidores del blog

Otros blogs míos.