Palencia es una emoción:

22 noviembre 2007

Españoles, analfabetos en manos de sinvergüenzas

Para mí el que habla mal de España puede tener razón si es Arturo Pérez Reverte. Y conste que no me gustó “La piel del tambor”, lo primero que leí de su profusa obra. Que este escritor haya creado un personaje literario y cinematográfico al que sigue media España me hace respetarlo especialmente. Alatriste es más nuestro y más auténtico que Harry Potter, quizá por eso tiene menos éxito mundial, Alatriste es la representación de una España que fuimos y explicación de la que somos.

Pues dice Pérez Reverte que los españoles somos “analfabetos en manos de sinvergüenzas”, porque “el pueblo español es inculto, no lee, no sabe y no tiene conciencia crítica”. Mucho me temo que semejante y tan demoledora diatriba se puede dirigir a casi todos los pueblos del mundo. Y si vamos a mirar la incultura de todos no podemos dejar atrás la de los habitantes del Imperio, un país cuyos fundadores olvidaron ponerle nombre. Llamarse Estados Unidos es como llamarse República Federal o Estado de las Autonomías, si nos ponemos en plan de andar por casa. Los suizos, que son europeos, tuvieron el detalle de poner el apellido “Helvética” a su confederación.

Pero sí, somos los españoles ignorantes a más no poder, pero no sólo por no leer y no acudir a bibliotecas, sino por nuestro colosal desprecio a la Cultura y a quienes están encargados de su difusión general. Y dentro de ese término tan vago que es “Cultura” permítanme empezar por integrar cosas tan elementales como el respeto a los demás, la creencia de que quien más sabe tiene más mérito, la certeza de que quien tiene más años merece mayor respeto, la convicción de que quien más trabaja tiene derecho a mejores compensaciones y otras tantas contundentes afirmaciones del mismo grosor, todas las cuales son previas a otras acepciones de “Cultura”, quizá ésas mismas acepciones que son las primeras en que todos pensamos y que tienen que ver con saberse la lista de los Reyes Godos, los principales cabos del mundo o dominar siete idiomas.

¿Quieren mayor ejemplo de cerril incultura, selvático atraso y brutal indelicadeza española? Pues eso que él mismo denuncia, nuestra “carencia de conciencia crítica”, algo que se manifiesta permanentemente en nuestra relación con los políticos, a los que cada cuatro años otorgamos “barra libre” para que hagan de nuestro futuro aquello que prefieran. Nuestra incapacidad para votar críticamente, nuestro conformismo, nuestra tolerancia con las zafiedades que se escupen desde los escaños son sólo muestras de nuestra propia zafiedad, de nuestra imposibilidad de pedirles cuentas, pero sobre todo de nuestro desinterés para dirigir nuestros propios destinos.

Supongo, no puedo saberlo, que él se refiere no sólo a nuestra incapacidad para ser críticos con nuestros políticos, y yo añadiría que somos absolutamente acríticos con nuestros cineastas, a no ser que el permanente descenso de espectadores del cine español pueda ser tomado como una consciente y feroz crítica, y en general con nuestros cantantes y con nuestras vanguardias artísticas.

Pero sobre todo, somos muy poco críticos con nosotros mismos, ahí sí que Pérez Reverte se queda corto, somos incapaces de ver la más mínima limitación, la más mínima incorrección en nosotros. La sociedad española actual, en la que todo vale, en la que se condena el trabajo, en la que no se premia el esfuerzo, en la que los ancianos son apartados, en la que el garrulo más macho del corral tiene siempre las de ganar, es una España que no tiene conciencia del mérito ni de las capacidades ni del valor del esfuerzo, ni tiene un elevado código de valores éticos universales.

Eso sí es incultura. De Primera división con chorrera de oro y diamantes.

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