Palencia es una emoción:

04 diciembre 2007

Escenas de matimonio

Conste que por una vez he visto una obra de ficción española. Es posible que me equivoque, pero la última vez que seguí una serie española de televisión fue cuando…, no, no, prefiero no decirlo. Si seré antiguo. Pues ahora he visto seis o siete episodios, nunca completos, de Escenas de Matrimonio.

Hay ocasiones en que la tele no “echa” sino que “expulsa” determinados programas. No comprendo cómo la censura (llamémosla de otra forma si se quiere ser políticamente correcto, pero deberíamos cuidar extremadamente lo que se expulsa por la tele) permite que se pase cada noche esta colección de irritantes, burdas y exageradamente ásperas desavenencias familiares, capaces de sacar de sus casillas al más educado y flemático lord inglés. Hacer humor con el insulto, el desprecio y la ofensa es tan fácil que da vergüenza ajena imaginar cómo se ganan el pan los guionistas de esta serie.

No sólo estoy hablando del mal gusto de convertir en cotidiano espectáculo televisivo las peleas, por muy ficticias que sean, de varias parejas, no sólo me refiero a reírse de graves y continuadas escenas de agresiones verbales conyugales, no sólo me refiero al absurdo hecho de banalizar, noche tras noche, el insulto, la discordia, la ofensa, la irritación, el enfrentamiento, el desprecio como método de relación dentro de la pareja.

El pésimo gusto, la zafiedad y la nula educación del espectador español eran ya plenamente conocidos de la experiencia de los autores, así que el éxito de una serie como ésta estaba garantizado incluso antes de diseñar el decorado. Estoy firmemente convencido de que si en una escena uno de los actores (o actrices, como me pediría puntualizar un amigo progre que tengo) le tirara un plato a la cabeza del otro (o de la otra, conste) el “share” subiría varios puntos, para regocijo de las empresas dueñas de Telecinco. No digamos si hubiera… algo más…

Muy digno no parece. Varios millones de brutos espectadores han convertido en espectáculo colectivo que un señor y una señora (después de cuarenta años de matrimonio, lo que debería de ser un agravante) se manden a la mierda o se deseen la muerte para poder heredar. Y nos reímos, qué cómico. Y decimos “Qué bueno”. Todas las noches se reúne media España delante de la tele para ver peleas. Barriobajeras. Matrimoniales. Matrimoniales barriobajeras. ¿Pues qué se puede decir de los espectadores?

Todo eso ya sería grave por sí solo. Irresponsable. Grotesco. Zarrapastroso. Pero que esto sea la forma de relajarse de los ciudadanos en épocas de tan alta sensibilidad social hacia el problema de la violencia doméstica (me niego a decir “violencia de género”: las personas tenemos sexo, no género, como las palabras) escapa a mi comprensión y retrata magnífica, detallada y repetidamente al espectador medio y su nivel cultural. Casposo y troglodita.

No comprendo que la sociedad tolere en silencio estas mamarrachadas impropias de un país que se pretende moderno y adelantado. Resulta absurdo que no se perciba esta situación de grave violencia y de enorme tensión familiar, como antesala, preparación y fomento de reyertas domésticas más graves y que tanto se intenta combatir. No comprendo dónde se meten las asociaciones de feministas, dónde están los líderes sociales, los sindicatos, los partidos, las diputadas y toda esa cohorte de zarandillos que ha hecho de gallear ante este tipo de cosas su sistema de vida. Aquí tienen partidos y asociaciones progres un buen “corte” si quieren modernizar España. Aquí tienen los partidos conservadores un buen nicho de votos si quieren ganarle a los progres en su propio terreno.

No pretendo que las televisiones nos pongan todas las noches documentales sobre la cebras del Serengueti o sobre los gorilas de montaña, aunque, ¿por qué no?, si lo que queremos es ir relajándonos para “pillar” la cama no sería una mala idea. Yo me duermo muchos documentales.

Y dicen que es una comedia. Sugiero la creación de una asociación de afectados.

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