Fuenteovejuna dista mucho de haberse disuelto en el paso de los siglos. España entera es Fuenteovejuna cuando las leyes no sirven o si sirven no se aplican. España es Fuenteovejuna que se vuelve el Far West a la espera de que John Wayne venga a defender con el dulce acento sureño de Texas los derechos de un polvoriento pueblo al que acosan cuatreros que todos los anocheceres roban el bienestar público. Película antigua en blanco y negro que de vez en cuando se exhibe fugazmente en las calles de algún pueblo español donde no llega el largo brazo de la Ley. Donde no llega porque no quiere.
España es una cuadratura imposible de templanza popular y turbulentas agresiones cuando los derechos más zerolos y políticamente correctos se defienden con ardor en las Cortes de Madrid, pero los pequeños derechos cotidianos y populares se defienden con ardor de estómago por autoridades que si están no intervienen y si intervienen prefieren no estar porque para qué meterse en líos. La oración de todo alto cargo es “Señor, que no ocurra mientras esté yo al mando”.
Nuevamente la España fuenteovejunera ha pretendido suplir las deficiencias de una Ley garantista que no se involucra si no hay muertos, una Ley que considera que amenazar de muerte no es motivo para echarle el guante al estúpido matón del pueblo, al gallito del O.K. Corral, al chulo de saloon que sólo se calla si hay otro con la mano más rápida y mortífera que él.
Al chulo del saloon sólo le detienen súper héroes como Wyatt Earp o Buffalo Bill, pero el famoso sheriff debe haber atravesado el río Grande en busca de aventuras y Buffalo Hill probablemente se haya jubilado con el cóccix dolorido de tanto montar, el caso es que por Mirandilla no aparecía nadie para apoyar a sus 1.400 habitantes. Qué mierda de Oeste cuando los marshalls se quedan resguardaditos detrás de los gruesas paredes de su comisaría. ¿Para qué pagamos entonces a tanto juez de rostro adusto y levita negra y a tanto sheriff de gatillo fácil? ¿Para qué pagamos los espesos muros de una comisaría que jamás encerrará al delincuente?
Ahítos estaban los de Mirandilla de aguantar bravuconadas, amenazas y palizas sin que apareciera John Wayne a imponer la justicia bajo las pezuñas de su caballo. Y es entonces cuando el Far West se trasmuta en un drama de Lope de Vega en el que los vaqueros son sustituidos por agricultores, funcionarios del catastro y la quiosquera de la esquina que está harta de denunciar sin fruto que todas las mañanas le birlan un paquete de Winston, que es casualmente lo que fuman los vaqueros más aguerridos cuando salen a trotar por esos campos de Manitú.
Y entonces todo el pueblo invoca a Lope de Vega y se levanta en armas. Algunos representan cada año la Pasión de Cristo, pero en Mirandilla han representado Fuenteovejuna, que les resultaba más oportuno. Nunca sabemos las armas que guarda en emocionante silencio un pueblo hasta que se encuentra con su respectiva familia Molina a la que hay que apiolar antes de que llegue la Guardia Civil a protegerlos. Es la hartura de los vecinos que estalla en fuegos artificiales de cólera y deseos reprimidos de venganza y no en busca de una justicia que después de tantos años no ha llegado y mira tú si no habrá tenido tiempo de venir a echarnos una mano antes de ahora.
Y es entonces y sólo entonces cuando los marshalls abandonan precipitadamente los gruesos muros de la comisaría y acuden en vertiginoso tropel a defender a los hermanos Malasombra, no vaya a ser que haya un linchamiento en nuestro pueblo, ah, no, eso en nuestro pueblo no.
España es una cuadratura imposible de templanza popular y turbulentas agresiones cuando los derechos más zerolos y políticamente correctos se defienden con ardor en las Cortes de Madrid, pero los pequeños derechos cotidianos y populares se defienden con ardor de estómago por autoridades que si están no intervienen y si intervienen prefieren no estar porque para qué meterse en líos. La oración de todo alto cargo es “Señor, que no ocurra mientras esté yo al mando”.
Nuevamente la España fuenteovejunera ha pretendido suplir las deficiencias de una Ley garantista que no se involucra si no hay muertos, una Ley que considera que amenazar de muerte no es motivo para echarle el guante al estúpido matón del pueblo, al gallito del O.K. Corral, al chulo de saloon que sólo se calla si hay otro con la mano más rápida y mortífera que él.
Al chulo del saloon sólo le detienen súper héroes como Wyatt Earp o Buffalo Bill, pero el famoso sheriff debe haber atravesado el río Grande en busca de aventuras y Buffalo Hill probablemente se haya jubilado con el cóccix dolorido de tanto montar, el caso es que por Mirandilla no aparecía nadie para apoyar a sus 1.400 habitantes. Qué mierda de Oeste cuando los marshalls se quedan resguardaditos detrás de los gruesas paredes de su comisaría. ¿Para qué pagamos entonces a tanto juez de rostro adusto y levita negra y a tanto sheriff de gatillo fácil? ¿Para qué pagamos los espesos muros de una comisaría que jamás encerrará al delincuente?
Ahítos estaban los de Mirandilla de aguantar bravuconadas, amenazas y palizas sin que apareciera John Wayne a imponer la justicia bajo las pezuñas de su caballo. Y es entonces cuando el Far West se trasmuta en un drama de Lope de Vega en el que los vaqueros son sustituidos por agricultores, funcionarios del catastro y la quiosquera de la esquina que está harta de denunciar sin fruto que todas las mañanas le birlan un paquete de Winston, que es casualmente lo que fuman los vaqueros más aguerridos cuando salen a trotar por esos campos de Manitú.
Y entonces todo el pueblo invoca a Lope de Vega y se levanta en armas. Algunos representan cada año la Pasión de Cristo, pero en Mirandilla han representado Fuenteovejuna, que les resultaba más oportuno. Nunca sabemos las armas que guarda en emocionante silencio un pueblo hasta que se encuentra con su respectiva familia Molina a la que hay que apiolar antes de que llegue la Guardia Civil a protegerlos. Es la hartura de los vecinos que estalla en fuegos artificiales de cólera y deseos reprimidos de venganza y no en busca de una justicia que después de tantos años no ha llegado y mira tú si no habrá tenido tiempo de venir a echarnos una mano antes de ahora.
Y es entonces y sólo entonces cuando los marshalls abandonan precipitadamente los gruesos muros de la comisaría y acuden en vertiginoso tropel a defender a los hermanos Malasombra, no vaya a ser que haya un linchamiento en nuestro pueblo, ah, no, eso en nuestro pueblo no.
Qué mierda de Far West, coño.
1 comentario:
soy de MIRANDILLA y en principio felicitarte x este articulo tu si k distes con lo k pasa aki y te animo para k lo k esta pasando en este pueblo no se kede en el olvido ya k trankilos no estamos.Y pedir perdon x mis maneras de escribir k como te daras cuenta no es mi furte esto
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