Mi abuelo fue siempre del Club de la Corbata Roja. Según creo entró cuando sólo tenía 19 años. Llegó a ser vicepresidente. Mi padre fue siempre del Club de la Corbata Roja. Según creo entró cuando volvió de la mili, llegó a ser presidente. Yo he sido siempre del Club de la Corbata Roja, entré cuando estrené mi primer empleo. No se trataba sólo de mantener una tradición porque sí, porque mis antepasados la seguían, no. Yo adoraba el Club de la Corbata Roja, no había en mi ciudad nadie más distinguido, elegante y entregado a los demás que los miembros del Club de la Corbata Roja. Me acaban de echar, malditos sean, cuando yo esperaba convertirme en presidente. Del Club de la Corbata Roja.
El caso es que siempre he asistido a todas las reuniones, siempre he pagado las cuotas exigidas y siempre que ha sido necesario he apoyado todas las actividades del club. Llevo años siendo no sólo un miembro activo sino además un miembro destacado, cuya opinión era con frecuencia solicitada y escuchada atentamente.
Y todo porque me niego a ir con corbata roja, todo porque me he decidido a vestir corbatas de otros colores. Sí, ya sé que las más sacrosantas normas de club lo impiden, siempre han exigido a todo el mundo vestir corbatas rojas, era una de los fundamentos básicos. Me lo habían advertido, yo ya sabía que al que se le ocurriera contravenir dichas normas, no digamos si cometía el nefando pecado de vestir pantalón vaquero y camisa a cuadros, se le podía expulsar. “Máxima fidelidad a la corbata roja”, nos repetían y repetían desde pequeñitos. ¿Pero quiénes son los dirigentes para impedir mi libertad de vestir como me dé la gana, quiénes son para coartar mi libre albedrío, ambos apoyados por la Constitución?
¿Es que no puedo yo en legítimo uso de mi libertad ser miembro del Club de la Corbata Roja e ir por la calle con una corbata azul? ¿Y si me da la gana? ¿Es que el Club de la Corbata Roja, por mucho que se reserve el derecho de admisión, puede saltarse a la torera la Constitución y todas las libertades en ella consagradas? No me voy a callar, voy a armar un revuelo de tres pares de narices, voy a llamar a todos los medios de comunicación y les voy a montar un follón de tres pares de narices.
Voy a empezar por conectar con esa señora lesbiana que en uso legítimo de su libertad sexual y de su libertad de conciencia ha decidido ser católica y lesbiana al mismo tempo. ¿Por qué no, si a ella le da la gana? También a ella la han echado, también las fuerzas represivas de la caverna político religiosa la han expulsado de la hermandad religiosa en la que sacaba en procesión a no sé qué santo, a no sé qué Virgen. ¿Qué derecho tiene la Iglesia a expulsarla de la Hermandad Católica por ser lesbiana? ¿Es que no hay libertad sexual en España, es que no consagran las leyes, y la primera la Constitución, la libertad de los individuos? ¿Por qué se lo impiden? ¿Y por qué le impiden ser católica también si ella quiere?
¿Quiénes son las autoridades del Club de la Corbata Roja para decidir si yo soy o no soy socio del club? ¿Qué leyes represivas son ésas que me impiden a mí ser socio y llevar corbata amarilla, por ejemplo?
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