Ya hemos pasado unas cuantas experiencias como ésta. Y siempre ha ganado ETA, seamos sinceros y reconozcámoslo. Recordemos lo de Lemóniz, recordemos lo de la autovía. Siempre ganó ETA.
Y ahora se repite la situación. El listo de mi pueblo siempre decía que cuando pasa lo mismo ocurre igual. Y ETA conoce la debilidad del contrincante, nosotros, la legalidad, el orden, el bien común, y sabe dónde golpear, no resistiremos mucho. Me refiero a las obras del AVE, permanentemente bajo amenaza. ETA sabe que tiene la batalla ganada, que el objetivo al que golpear es grande y débil, que no se puede proteger a todas las empresas, a todas las maquinarias, a todas las obras empezadas o por empezar. ETA sabe que puede.
Al final el Estado es débil, ésa es la fuerza de ETA. El Estado no se puede esconder en un caserío en el monte, ni construye zulos para esconder sus obras públicas. Al final, todos perderemos, ETA ganará y será más fuerte. Y se apuntará otra muesca.
Además hay que considerar el apoyo político que tiene de aquellos que no se quieren enfrentar frontalmente, la redundancia es deliberada, a los que el día de mañana pueden ser sus aliados en la “construcción nacional” vasca. Porque la fortaleza de ETA no está sólo en sus revólveres, en sus coches bomba, en sus zulos. Está fundamentalmente en aquellos que desde la política, o desde el silencio acobardado, no se oponen a sus designios sino que esperan pacientemente que vayan cayendo las nueces.
La sociedad vasca está enferma de miedo, un miedo lógico y comprensible cuando llevan cuarenta años apuntándote con una pistola en la nuca, cuando cualquier coche puede esconder una bomba, cuando cualquier minuto puede ser tu último minuto. Pero además están los colaboradores, aquellos que desde las instituciones callan o consienten, aquellos que esperan pacientemente la caída del fruto y permanecen agazapados para colaborar con los que agitan el árbol. Aún a costa del AVE.
Y de las vidas.
Y ahora se repite la situación. El listo de mi pueblo siempre decía que cuando pasa lo mismo ocurre igual. Y ETA conoce la debilidad del contrincante, nosotros, la legalidad, el orden, el bien común, y sabe dónde golpear, no resistiremos mucho. Me refiero a las obras del AVE, permanentemente bajo amenaza. ETA sabe que tiene la batalla ganada, que el objetivo al que golpear es grande y débil, que no se puede proteger a todas las empresas, a todas las maquinarias, a todas las obras empezadas o por empezar. ETA sabe que puede.
Al final el Estado es débil, ésa es la fuerza de ETA. El Estado no se puede esconder en un caserío en el monte, ni construye zulos para esconder sus obras públicas. Al final, todos perderemos, ETA ganará y será más fuerte. Y se apuntará otra muesca.
Además hay que considerar el apoyo político que tiene de aquellos que no se quieren enfrentar frontalmente, la redundancia es deliberada, a los que el día de mañana pueden ser sus aliados en la “construcción nacional” vasca. Porque la fortaleza de ETA no está sólo en sus revólveres, en sus coches bomba, en sus zulos. Está fundamentalmente en aquellos que desde la política, o desde el silencio acobardado, no se oponen a sus designios sino que esperan pacientemente que vayan cayendo las nueces.
La sociedad vasca está enferma de miedo, un miedo lógico y comprensible cuando llevan cuarenta años apuntándote con una pistola en la nuca, cuando cualquier coche puede esconder una bomba, cuando cualquier minuto puede ser tu último minuto. Pero además están los colaboradores, aquellos que desde las instituciones callan o consienten, aquellos que esperan pacientemente la caída del fruto y permanecen agazapados para colaborar con los que agitan el árbol. Aún a costa del AVE.
Y de las vidas.
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