Palencia es una emoción:

14 julio 2008

Gloriosos Caídos por Dios y por España.


Lo mejor que se puede hacer con las placas que en multitud de iglesias se han dedicado a los vencedores de la guerra es arrancarlas, como lo acaba de hacer el Ayuntamiento de Pedro Bernardo, en Ávila. Castilla, la inmortal Castilla de la Generación del 98, nos ofrece todavía una panoplia de recuerdos franquistas en sus calles y plazas. No entiendo como los primeros damnificados por la dictadura persisten en alabar y magnificar a quienes tanto daño les hizo. Hay todavía multitud de calles dedicadas a héroes diversos de la Cruzada sin que a nadie parezca importarle eso ni los crímenes que cometieron.


A lo mejor ésa no deja de ser la única buena razón para mantener las placas, las cruces a los caídos y el callejero posfranquista: la absoluta indiferencia, si no de todos los ciudadanos, de la mayoría de ellos. A nadie le importa que en la provincia de Palencia haya todavía alguna plaza mayor de una importante ciudad dedicada a Girón de Velasco, el “León de Fuengirola” del Régimen dictatorial.



Pero mantener en la Castilla del siglo XXI la iconografía de una dictadura que arrasó un país es una incongruencia. Tres millones de emigrantes castellanos son tres millones de gritos, muertos, deportados y desaparecidos aparte, contra la existencia de placas como la de Pedro Bernardo, en las que todavía se hace elogio de una parte de españoles en contra de la otra mitad. La desindustrialización, el abandono, el envejecimiento de los campos castellanos para favorecer los altos hornos o las empresas automovilísticas de otras regiones son dolorosísimas consecuencias que Castilla todavía sufre.



Mantener estas ilógicas e incivilizadas actitudes y la exaltación de sus placas, lápidas y monolitos es un anacronismo que favorece el sectarismo de Zapa y sus pepiños radicales que quieren ahora desenterrar todo lo que ocurrió hace setenta años y arrojárnoslo a la cabeza de aquellos a los que nos importa un bledo algo que, tras haber aprendido la correspondiente lección, queremos olvidar para progresar unidos.



El Obispado de Ávila ha protestado por la acción del Ayuntamiento de Pedro Bernardo y amenaza con acciones legales porque todas las iglesias son dueñas de sus paredes, en las que están esas placas, y nada se puede o se debe hacer sin su permiso. Sin embargo a los católicos (Católico significa “universal”) debiera repelernos que nuestra iglesia no se haya desprendido de este lastre que perturba a no pocos. No es posible que una iglesia que se pregunta eternamente asombrada por el descenso de vocaciones y de fieles no haya reparado hace treinta años estos errores históricos que harían sonrojar a quienes se hicieran la más elemental autocrítica.



El ayuntamiento de Pedro Bernardo, pueblo que pasó por los dos bandos durante la contienda y en el que por supuesto ambos contendientes aportaron víctimas y victimarios, está gobernado por cuatro concejales independientes que se apoyan para ello en el único concejal del PSOE, mientras los cuatro del PP están en la oposición. A quien haya tomado la “precipitada” decisión (si han esperado tantos años… ¿había urgencia?) convenía decirle que lejos de ganar la batalla se ha puesto en contra de los familiares y descendientes de quienes allí figuraban por haber sido paseados por los “rojos”, que lejos de contribuir a serenar y olvidar viejas rencillas ha animado a los más exaltados, ésos que más problemas provocan, ésos que tanto abundan en cualquier bando, claro.


Nadie debe tomarse la ley por su mano. Las cosas que se deben hacer hay que hacerlas en modo y maneras debidas, respetando a los propietarios pero también exigiéndoles un comportamiento equilibrado con todos los españoles y más acorde con la realidad social actual.


Y con la Justicia. Humana y divina.

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