Palencia es una emoción:

06 noviembre 2008

Obama, un negro defectuoso

Acabo de agregar al diccionario de mi ordenador la palabra “Obama”, cuestión que me parece todo un símbolo. No me las prometo nada felices con nadie que gobierne la primera potencia del mundo, que estoy convencido de que tarde o temprano abusará de su poder y los demás pagaremos sus pecados, pero me parece un símbolo del futuro. Aunque Obama sea un negro defectuoso.

El colmo de la pijería políticamente correcta es lamentar que Obama no sea descendiente de esclavos afroamericanos, que es como se dice “negro asqueroso” en el lenguaje políticamente correcto de los ya no-racistas Estados Unidos de Norteamérica del norte. O sea. No se me abalancen, es sólo una provocación a ver si cae en ella algún “blanco de mierda”.

Al parecer no es suficientemente rentable que “el negro” (El Gorila Rojo dixit) sea negro, tenía que haber sido descendiente de recogedores de algodón en algún campo del complejo sur estadounidense. Lamentablemente no desciende de esclavos y además su madre era políticamente incorrecta, blanca e intelectual, lo que quiere decir que en realidad “el negro” es negro desvaído, como decía el otro día por el patio de luces mi vecina Maripuri. Negro mestizo, negro defectuoso.

La pijería progre intelectual española se estaría tirando de los pelos si hubiera ganado McCain, sin embargo el PP habría rehuido la proximidad con los conservadores norteamericanos (“Vade retro, ¿nosotros como ellos?), pero como ha ganado “el negro” la izquierda española anda por calles y plazas tocando campanas y sacando a los santos en procesión. Bueno, disculpen, ustedes ya me entienden. Y se atreven a comparase con él.

Obama es ante todo un misterio y un descubrimiento por llegar, pero también es un icono, a pesar de su negro descafeinado, a pesar de no ser biznieto de esclavos y a pesar de que su madre fuese una blanca intelectual. Es un icono finolis. Su figura enjuta envuelta dos veces en negro, sus elegantes poses, sus andares pausados, su estudiada sonrisa, sus medidos gestos hacen de él un icono pedante al que añadiéndole el barniz de la supuesta progresía algunos españolitos bajos y renegridos de meseta y cereal quisieran parecerse.

El barniz, he ahí la cuestión. Resulta harto difícil equiparar a Obama con Zapatero, su ideología con la de Zapatero, su programa con el de Zapatero y a su vicepresidente con María Teresa de la Vega. Yo no veo a Zapa llevando en la solapa la bandera de España, caca de la vaca franquista para la España progre, como Obama lleva la suya, ni veo a Obama copiando el sistema de la Seguridad Social española, socialismo medio soviético para el incomprensible americano medio. Es la simplificación del sistema electoral, el bipartidismo hecho realidad a las dos orillas del Atlántico, lo que lleva a una equiparación ficticia que satisface hasta la muesca facial que semeja a una sonrisa a quienes esperan sumarse a él, pillar su estela y chupar rueda. Malos ciclistas ésos.

Pero Obama no es descendiente de esclavos y no le vale completamente a Zapa. No le vale porque Obama no puede machacarnos con las historias de su esclavizado abuelo, al que los malvados blancos de mierda no masacraron en algún campo de algodón al atardecer, por ejemplo. No le vale porque con esos precedentes familiares será imposible convencerle de la conveniencia de reescribir la historia de la Guerra de Secesión, no vale porque no habrá modo de conseguir que recorra los cincuenta estados desenterrando fosas comunes a la busca y captura de las mil y una putadas que les hicieron a los negros hace ciento cincuenta años. Por ejemplo.

Si el embajador de España lo consiguiese, en la calle de Ferraz tirarían cohetes. Pero no parece.

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