Palencia es una emoción:

17 marzo 2009

¿Desde cuándo el toreo es una Bella Arte?

En todas las familias hay un pariente lejano y semidesconocido al que soportamos estoicamente, un pariente con el que todos cargamos cual pesada cruz a cuestas. En mi caso ese penoso pariente que apoya al Barça cuando pierde el Madrid pero que es del Madrid cuando pierde el Barça dice que soy un raro. Si tuviera la ocurrencia de perder el tiempo en contestarle le diría que no soy raro sino original. Claro que él no lo entendería, los matices, tan clarificadores, no son lo suyo, de filigranas no entiende. Sin embargo ésta es una ocasión en que me siento un ciudadano demasiado original. Quizá sí, raro. Mi pecado es que no entiendo que a unos toreros se les otorgue la medalla de las Bellas Artes… ¡Bellas Artes! Toma del frasco. ¿Bellas Artes?

Así que si no entiendo que el toreo sea una Bella Arte imagínense lo que me interesa o preocupa la polémica causada porque uno o dos de los toreros más famosos hayan devuelto la medalla que en su día les fue otorgada. Me la traen al pairo todos ellos, y ustedes perdonen la desvergonzada expresión pero para desvergüenza la de aquellos que piensan que torear es equivalente a pintar “Las Meninas”, escribir los “Episodios Nacionales” o interpretar “El Barbero de Sevilla”. Y les premian con medallas.

Que con lo que está cayendo en el terreno económico haya señores de la Administración (socialista en este caso, populares anteriormente, por lo que creo) cuya labor sea pensar cada año en un torero al que colocar la medallita me permite suponer que estamos en manos de insustanciales políticos, de mostrencos funcionarios de primer nivel, de mequetrefes mentales que emplean su tiempo en interpretar una opereta cómica mientras el barco se hunde. Seré raro, pero me parece que es para echarse a temblar.

Que ciudadanos y periodistas andemos ocupados en descifrar las rivalidades internas de estos señoritos millonarios, en criticar, comentar y reproducir una y mil veces sus estultas declaraciones, sus vanidosas manifestaciones (por lo general preñadas de palabras huecas, frases sin sentido, anacolutos, redundancias y burlas a la sintaxis más elemental) en vez de concentrarnos en buscar una salida a tanto parado, a tanta empresa en quiebra y a tanto ministro inútil e ineficaz, indica que somos un país con demasiada desvergüenza y demasiado atolondramiento, pero allá cada uno con su inconsciencia.

El problema consiste en que hemos chocado con un iceberg y para entretenernos mientras dura el naufragio declaramos que el toreo es una Bella Arte, que José Tomás, (el torero digo, no el sastre) es Goya, que Paco Camino o El Viti son como Miguel Delibes y que Paquirri es Manuel de Falla. Dentro de poco diremos que Paquirrín es Macaulay Culkin, por poner a alguien precoz. Pretender identificar a los toreros con los grandes genios de las Bellas Artes es una equiparación injusta, dolorosa y demasiado osada proviniendo, como me temo, de gentes cultas de las que cabe esperar seseras más asentadas y brillantes. Comparar una estocada, un par de banderillas o un pase de pecho con la habanera de “Carmen” o una rima de Bécquer es como comparar a mi pariente con Einstein.

Los grandes pintores, escritores, músicos o actores de la actualidad deberían manifestarse todos ante las plazas de toros abucheando a los toreros al abandonar el ruedo. Si la noticia ha llegado al otro mundo, personajes tan ilustres como Lope de Vega, Valle Inclán o Machado tienen que revolverse en sus tumbas y reclamar a las bibliotecas del mundo que les devuelvan todos los ejemplares de sus obras.

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