Palencia es una emoción:

20 marzo 2009

EL SÍNDROME DE DIÓGENES EN EL SISTEMA POLÍTICO ESPAÑOL.

Corremos el peligro de acostumbrarnos. La corrupción ha vuelto cuando todos la habíamos dada por desaparecida y puede que venga a instalarse entre nosotros para permanecer. No hay quien se salve, no hay quien pueda llamar tuerto al contrario sin caer en la cuenta de que él está ciego. Corrupción de corrupciones y todo es corrupción. Es España, señores, hagan juego.

Será sin duda casualidad, yo apuesto por ello, pero las más altas cotas de corrupción se alcanzaron con los últimos gobiernos de Felipe González y ahora, de nuevo con el PSOE en el poder, han vuelto. Pero no, no estoy acusando, que la corrupción, sus sombras y sus sospechas alcanzan a todos, basta con repasar la actualidad. El caso es que nos vemos inmersos en un ambiente de suciedad y de enfermedad social; si pusiéramos banderitas en un hipotético mapa de la España corrupta no tardaría en empezar a faltar sitio para clavarlas. La corrupción no entiende de partidos y la duda de la desvergüenza alcanza a todos, al menos a todos los importantes y a alguno menos importante. Habrá que pensar que el hombre, al menos el hombre político, es malo por naturaleza y se deja seducir fácilmente por el dinero, quizá simplemente variando la medida en función de la cuota de poder alcanzado.

El caso es que las primeras planas de los periódicos se llenan de noticias de este tipo, a veces interesadamente, a veces sesgadamente, pero siempre reiteradamente, tapando la vida ordinaria, cubriendo la sociedad con un fondo de preocupación sin que nadie parezca reaccionar. Corremos el riesgo de acostumbrarnos y convivir con ella con absoluta naturalidad, tal cual sucede en países del tercer mundo que todos tenemos en la cabeza, en los que se ha infiltrado en las cañerías del Estado y forma parte natural de él.

Se nos hace ya familiar leer cada mañana las acusaciones mutuas entre unos y otros, no hay mañana en que no descubramos la mugre que se arrojan los principales partidos entre sí sin que se den cuenta de que todos están quedando enfangados, de que pronto van a dejar sin opción política límpida a sus respectivos votantes habituales.

Los espías del PP de Madrid, el preocupante misterio de los trajes del presidente valenciano, los desvíos de fondos del Ayuntamiento de Elche al PSOE, pequeños ayuntamientos como en La Muela… España entera parece someterse gustosa al reinado de la marranería política, tonto el que no se haya quedado entre los dedos con algún billete que pasara cerca, tonto el que no se haya beneficiado abusivamente de tanto dinero como ha corrido a espuertas en los últimos años.

Esto se va convirtiendo en habitual, pronto conviviremos campechanamente con el cáncer en las entrañas del Estado y no podremos combatirlo. Y será demasiado tarde, que no parece existir intención política de corregirlo. Una vez un amigo que había viajado por varios continentes me habló de cómo en algunos abandonados países del tercer mundo la población no combate sus graves problemas, sino que se adapta a ellos. Está pasando en España, los principales partidos no se han tomado esta situación con la importancia que puede llegar a tener, no la combaten y simplemente la utilizan como arma arrojadiza. Padecemos el síndrome de Diógenes y nos estamos acostumbrando a convivir con la suciedad y el abandono políticos, guardamos en las férreas estructuras de los partidos una enorme cantidad de porquería sin que los interesados se den cuenta de que alguien puede abrir los armarios, levantar las alfombras y demostrar a la Humanidad la podredumbre que encierran. Para entonces a los españoles no les importará…

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