Palencia es una emoción:

23 septiembre 2009

Consenso en Educación

Miren, de vez en cuando uno tiene ganas de alabar a algún ministro, de elogiar a quienes nos dirigen. Hoy, con el permiso de todos ustedes, le toca a Ángel Gabilondo, ministro de Educación. Y es que en Educación, ya es tarde, ha saltado la alarma ante determinados comportamientos sociales, fruto de la... deseducación. Y ustedes me sabrán perdonar el palabro.

Llevamos años oyendo hablar del botellón y del absurdo que significa beber por beber. Llevamos años hablando de los problemas de algunos padres con sus hijos, llevamos años hablando de los problemas de las escuelas e institutos, llevamos años criticando los problemas que la disciplina, la falta de disciplina, ocasiona en todos los ámbitos sociales. Después de todos estos años alguna gota ha debido colmar el vaso y por fin todos estos problemas son en la actualidad contenidos de los boletines de noticias, telediarios y portadas de los periódicos. Quizá el asalto a la comisaría después de las fiestas de Pozuelo, quizá la enésima agresión a un docente, quizá que hemos descubierto que cada año más malnacidos atacan a sus hijos. El caso es que por fin los políticos, aquellos encargados por nosotros de dirigirnos hacia el bien común, se han dado cuenta de lo mucho que hay por arreglar. Más vale tarde que nunca, aleluya.

En el Parlamento ya se habla de ello, ¿qué han esperado hasta ahora?, y los partidos parecen decididos a empezar una labor que se prevé larga y ardua. Algunos, mi amigo Matías, puede que ya no lleguen a ver resultados consolidados. La tarea legislativa es lenta y complicada, además en Educación los resultados sólo se aprecian después de muchos años, como estamos comprobando ahora con los desastrosos resultados sociales de tanta y tanta legislación que pretendiendo ser trasformadora en realidad era vacilante. Pero por fin hay iniciativa, por fin éste ha pasado a ser uno de los problemas de España, cuánto tiempo perdido. Lo peor en estas circunstancias era tomar la calle del medio y tratar de abreviar por las bravas. Sería un error, quedarse en las formas, o al menos empezar por ellas, como veo que pretende Esperanza Aguirre, sería una oportunidad perdida.

No se trata de formas de comportamiento social, es algo infinitamente más complicado, es la mentalidad de media España lo que hay que cambiar, hay que moldear la mente mentecata, perdón, de tantos ignaros que creen que padres e hijos tienen que ser amigos, que creen que profesores y alumnos tienen que ser “colegas”, hay que cambiar las torpes entendederas de tantos que creen que la disciplina es algo franquista, que la autoridad es fascismo, que la velocidad es el tocino. Hay que desterrar de nuestras mentes la posibilidad admitir como algo normal que los padres digan a los maestros cómo dar clase, hay que desterrar de nuestras mentes la posibilidad admitir como algo normal que los hijos insulten a los padres. No hablo por hablar, puedo poner ejemplos.

Todo esto requiere tiempo, requiere consenso y requiere no volver a meter la pata; tampoco cabe el pendulazo, evidentemente. Otra vez no, por favor. Es necesario un amplio debate social que incluya las televisiones. Y sus contenidos, los contenidos de las televisiones, los contenidos (y los nombres también) de “Sin tetas no hay paraíso”, “Física o Química”, “Escenas de matrimonio” y tantas otras que son espejos deformes donde la España deforme se mira encantada de verse reflejada. En ese debate social se debe tratar por ejemplo el papel de los padres, el correcto papel, el papel de quien debe ayudar, apoyar y corregir a sus hijos. Y el papel de la escuela, que es, debe ser, mucho más noble que el simple aparcadero de los hijos. En mis tiempos de estudiante escuché por la ventana de mi habitación a una madre que arrastraba a su berreante hijo: “Ay, hijo, qué ganas tengo de que pase el verano para que te aguanten en la escuela”.

Para todo ello el ministro ángel Gabilondo pide paciencia al PP y ofrece debate social y consenso entre los principales partidos y sectores sociales implicados. Sí, lleva su tiempo, pero lo contrario sería perderlo. No, más no, por favor.

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