Palencia es una emoción:

24 abril 2010

¡Viva Castilla Independiente!

No, no, quien esto escribe nunca optaría por defender una hipotética, imposible y absurda independencia de Castilla, aunque en este patio de Monipodio en el que hemos convertido la España autonómica hay posibilidades extrañas que no deberían sorprender a nadie, agua de la que nunca se debería jurar que no se iba a beber.

Pero estoy harto, cansado y saturado del papel mísero y miserable que a Castilla le ha tocado representar en esa inmisericorde España. Permítanme que no vaya al fondo del asunto y me centre momentáneamente en una anécdota, torpe suceso que ocurre todos los años. Ayer ha sido la fiesta castellana por excelencia, hemos conmemorado (que no “celebrado”, hay una básica diferencia) la derrota de los comuneros de Castilla a manos de las tropas imperiales de Carlos I. Veinticinco mil personas se reunieron en Villalar para la ocasión. Sin embargo es acontecimiento que pasa desapercibido para España, algo mínimo e insignificante que sólo merece treinta segundos justo antes de las cortinillas de despedida de los telediarios.

Eso sí, con la fiesta de Sant Jordi, de las rosas y de los libros nos encontramos todos los años el tronco de los informativos, como la tradición es necesariamente repetitiva, podrían poner todos los años el mismo vídeo de las ramblas atestadas de vendedores y público que no nos enteraríamos. Y espero de la inteligencia del lector que no encuentre en mis palabras la más mínima crítica a tan genuina costumbre. Se trata como ya he dicho de un botón de muestra de la diferencia de peso entre unas y otras regiones de España. Y trasladen esa diferencia de peso a los aspectos sociales, políticos y económicos de la vida pública española. No somos nada, no pintamos nada en esta España que no nos tiene en cuenta más que como vivero de mano de obra barata para abastecer las fábricas que la oprobiosa dictadura franquista estableció donde no había población que las pusiera en marcha.

Hoy los políticos están alejados por completo de nuestros problemas, de nuestro futuro y de nuestras soluciones. Andan todos ocupadísimos atacando o defendiendo problemas ajenos, andan todos ocupados con España y su crisis revisionista, con el juez Garzón, con los problemas derivados de la corrupción y sobre todo andan todos dándole vueltas al problema del estatuto catalán, ay, qué sería de nosotros sin el estatuto catalán, la más perversa forma de perpetuar el dominio económico, social y político de unos españoles sobre otros, la manera de perpetuar la influencia de una casta política regionalista sobre toda una nación, la manera de dominar el futuro de todos desde un exclusivista rincón nacionalista.

El Rey, el presidente del Gobierno, el Gobierno entero, las Cortes, los políticos en general andan obsesionados temiendo el año en que el Tribunal Constitucional falle sobre tan traído y llevado documento, ¿pero y en Castila quién piensa? Ni los propios castellanos siquiera, acostumbrados a la torpe costumbre de pensar en la provincia como algo propio, sin darse cuenta de que es un artificio inventado casi ayer por la mañana, y en España, oh, España, saltándose la geografía natural y una Historia de mil años que nadie conoce, camuflada como Historia de España.

Y vayan mis acusaciones especialmente para los políticos castellanos, unos y otros, que sumisos, temerosos y acomplejados no despegan sus ojos ni sus oídos de las severas indicaciones de la Calle Ferraz o Génova. Los políticos castellanos, que a nadie se le olvide que aquí también gobernó el PSOE, tienen a su tierra simplemente como trampolín (Ánsar, ZapaHuero) desde el que dedicarse a menesteres más importantes. Defender a Castilla no entra en sus previsiones. Ah, se me olvida, Castilla en realidad no existe, Castilla está destrozada en cinco regiones intrascendentes, cinco colas de ratón, cinco gobiernillos incapaces, cinco autonomías que ni pinchan ni cortan en una España que no es igual para todos los españoles, que prima a los más ricos, industrializados, poderosos e influyentes, ésos que están todo el día lamiéndose las heridas y protestando contra la España opresora que impide sus ansias de libertad e independencia.

Si Castilla no pinta nada en esta España que nos da la espalda, a la que resultamos indiferentes y que incluso nos acusa de opresores, represores e invasores... díganme, qué tiene de extraño que alguien que como yo se siente plenamente español haya titulado “Viva Castilla Independiente”?

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