Palencia es una emoción:

18 junio 2010

Me alegro de que hayan perdido, mire usté

Cuando un país entero prefiere envolverse la cabeza en un balón de reglamento y negar la realidad social, política y económica que le atosiga merece lo que le pueda pasar, no hay ningún avestruz que sobreviva a esta condición. Cuando un país delega su futuro económico en manos inexpertas y pone sus miras en que el emperador convoque indefinidamente juegos circenses, unos tras otros, semana tras semana, no sólo cabe esperar que los cristianos se coman a los leones, lo deseable sería que los leones se comieran a tan pasivos espectadores.

Cuando un país pone su deleite, su esperanza, su emoción, incluso su aliento y respiración, en el gran circo romano que se convoca cada cuatro años tiene que admitir la posibilidad de que el espectáculo fracase; si ese país va al circo con la superioridad insultante del conquistador invicto se merece que los leones se lo coman. Si las barras de los bares, las colas del pescao y los asientos de los autobuses urbanos están llenos de artistas de la predicción se merece que las predicciones se le caigan encima de la cabeza.

Cuando ese país es tan increíblemente egocéntrico, egoísta y egotista para creerse por encima del bien y del mal, para no sospechar sus debilidades, las mismas debilidades manifestadas cada vez que se convoca el gran circo mundial; cuando un país se cree el ombligo del moderno circo romano y no se plantea la posibilidad de que los leones salgan respondones se merece que vengan unos mindundis fabricantes de queso en el país más triste y aburrido del mundo y le apeen a pedradas de su pedestal.

Un país así merece una cura de humildad colectiva, radical y fulminante para que oriente su mirada hacia su propio futuro (tenebroso, a juzgar por la acongojante realidad que describen cotidianamente los titulares de prensa) en vez de engañarse la vista con un macrobotellón general ante los televisores. Las borracheras, individuales o colectivas, sólo sirven para aparcar momentáneamente los problemas.

Pasada la hora y media de circo la realidad sigue siendo la misma que antes de la borrachera; pasados los vapores, el emperador sigue siendo el mismo cuya inactividad ha permitido que se pudriera esta situación; pasados los efectos de la estúpida euforia general el emperador sigue estando desnudo; dispersos los vapores etílicos, absolutamente ninguno de sus cortesanos se atreve a decirle que va con el culo al aire. Que nos está dejando a todos con el culo al aire, digo.

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