Palencia es una emoción:

16 junio 2010

Que dejen abrir en paz más mezquitas

Anda cierta España preocupada porque cada día se abre una nueva mezquita, y se alarman los titulares de su prensa correspondiente: “Se han multiplicado por cinco las mezquitas abiertas en los últimos diez años”, por ejemplo. A mí no me preocupan las mezquitas, me dan envidia.

Sí pueden preocuparme ciertos imames que prediquen el odio, el enfrentamiento y hablen contra la Constitución y la Democracia. Claro que puede ser preocupante, pero para ello seguro que existen suficientes leyes civiles que aplicar. El problema no es que se abran nuevas mezquitas, siempre que cumplan la legalidad; el problema es que se cierran iglesias, que las que hay están cada día más vacías; el problema es que los mamporreros del poder, pongamos que hablo de Jorge Verstringe, llaman “profesionales de la masturbación” a los sacerdotes y no pasa nada.

El problema es que los españoles hemos dado la espalda a valores propios del cristianismo que nos caracterizaban; sí, cierto, la Iglesia, en este caso la católica, ha cometido sobrados errores para no ser suficientemente bien considerada por los ciudadanos. Y efectivamente estoy hablando del problema de la pederastia y el espeso silencio que sobre él extendió la jerarquía católica. Pero no es de catolicismo de lo que en profundidad estoy hablando, sino de Religión, sólo de Religión, y del sentido de la trascendencia, de una visión superior de la vida.

Pero la cultura cristiana, y en ella la vida religiosa personal y popular, no ha desaparecido, no está desapareciendo, por la pederastia y los errores graves de la Iglesia, sino porque, al contrario que en los países islámicos, el sentido trascendente de la vida ha sido sustituido por el sentido crematístico, por la inercia del “y qué más da”, del “todo da igual”. A la visión trascendente la ha sustituido una visión comercial que se refleja en el éxito (comercial, claro) de programas de televisión que todos conocemos. A mí no me importaría que abrieran muchas más mezquitas, sometidas evidentemente a la legalidad, ése no es el problema; el problema está en nosotros, en nuestra vaciedad espiritual que no conseguimos llenar de bienes materiales ni en la pasada época de bonanza económica. No tienen que ver nada más lo ridículo y pasado de moda que les suena a ustedes leer “vaciedad espiritual”.

Así somos, me temo.

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