Palencia es una emoción:

14 julio 2010

Iker y Sara, el beso final

La ignorancia que tanto preside mi vida hacía que jamás de los jamases le hubiese echado un vistazo encima a Sara Carbonero. Un vistazo a su tarea profesional, quede claro. Para mis imprecisos conocimientos era una perfecta desconocida, lo que indica a las claras mis limitaciones antedichas, aunque claro que alguna vez, siempre de refilón e involuntariamente, había visto su nombre ligado a Iker Casillas. Creo que debí pensar algo así como “Vaya, otra más para la farándula nacional, otro cuerpo sin nada dentro”. Mea culpa, lo admito, aunque en mi descargo vaya que jamás escribí mis opiniones sobre ella ni pronuncié en voz alta mis vagos e imprecisos prejuicios. Yo me lo comía para mí solito.

Con las retransmisiones del mundial y el folloncete que la prensa inglesa y parte de la española les montaron empecé a observar y aprender. Todavía en silencio fui cambiando mi opinión. El problema era que trabajaba para Telahinco, ese estercolero público que se mantiene vivo gracias a la casquería que diariamente regala a sus televidentes. Trabajar para esa cadena suponía para mí un descrédito profesional, dadas sus circunstancias personales: era una buenorra que salía con uno de los protagonistas del mundial, capitán además del equipo. Reconozco que a eso se le llama prejuicios. Creo recordar que escribí que a mogollón de rufianescos espectadores sólo les movía el morbo de la vulgaridad, de la zafiedad sanchopancesca y sanseacabó.

Pues no se sanseacabó nada, independientemente de que habrá habido legión de estultos espectadores que perdían el sentido no por la profesional sino por la novia del personaje popular, Sara Carbonero me ha parecido una periodista seria, preparada y capaz. Estará de coge pan y moja, que siempre es un plus, pero además sabe lo que se trae entre manos aunque no esté abrazando a Casillas.

Lo que sobró fue el beso. El beso fue un impulso, supongo que irresistible como en los anuncios de desodorantes, en el momento en que el portero mencionaba la retahíla de personas a las que dedicaba su triunfo. Después de nombrar a su familia y a sus amigos ¿quién quedaba? ¡Pues ella! En vez de nombrarla, la emotividad, de la cual daba muestras su rostro, le pudo y le plantó en directo el beso del que habla toda España y que toda España envidia.

Humanamente fue bonito, románticamente fue impecable, se produjo de una manera limpia, espontánea y natural. Pero Sara Carbonero estaba trabajando en ese momento, estaba hablando para casi quince millones de personas, estaba en pleno ejercicio de sus funciones profesionales, el beso sobró. Por cierto, no era la primera vez que se veían después del triunfo, ya salieron juntos del terreno de juego cuando los futbolistas tuvieron a bien retirarse a los vestuarios. El beso sobró. 
¡Y Sara Carbonero siguió trabajando y entrevistando!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón, fué un impulso bonito en un momento de emoción y de exaltación, pero se lo podría haber evitado, estaba trabajando. La verdad es que si se deja de lado la compresión de la situación y la simpatia por Iker Casillas, consiguió restar seriedad al trabajo de la periodista. Lo dicho tengo opiniones encontradas: fué un impulso en un momento de emoción pero ella estaba trabajando y él debería haberla respetado en esa faceta y no pasarse a la otra, la privada. No hablaré de machismo, porque tal vez aquí no tuvo que ver, pero sí creo que esto lo potenciará en ciertos sectores.

Eva

Anónimo dijo...

Sólo un inciso, Sara Carbonero no acabó la carrera de periodismo, luego NO es periodista.

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