Paseo con el amanecer por los lugares típicos de una pequeña capital de provincias. El habitante de una gran urbe no sabe lo que se pierde, pero allá él. La quietud, el frescor y la vaciedad de una ciudad entregada a la molicie y a las vacaciones me permiten recorrerla lenta y serenamente. Calle Mayor arriba y abajo; universidad y San Pablo; plaza mayor a un lado y la catedral al otro. A lo lejos, el Cristo del Otero y el Monte el Viejo, frente por frente, se hacen guiños desde sus alturas y sus bromas se reflejan en las aguas del Carrión, Palencia y el valle por medio.
No ha llovido pero a la ciudad le han salido hongos en forma de tiendas. “Compro Oro” pone encima de la puerta. “Compro Oro” pone más allá. “Compro oro, compro oro, compro oro”. Hasta ahora eran las tiendas de los chinos las que aparecían de la noche a la mañana.
También la Puerta del Sol madrileña es paseada noche y día por señores de verde, señores de camisetas verdes en las que se lee “Compro Oro”. La Calle Arenal también compra oro, puerta sí, puerta no. El corazón de España vende oro para subsistir, es el negocio de los que no tiene nada, salvo la necesidad de salir adelante sin un trabajo en que ocuparse de ocho a tres. De Madrid a Palencia todo el mundo parece necesitar deshacerse de sus alhajas. Volvemos al oro, volvemos al trueque; es la España de la posguerra, del estraperlo y de los trenes con gallinas en el equipaje. Porque hay que comer y no hay dinero, porque hay que comer y no hay trabajo, porque hay que comer y no hay brotes verdes, porque hay que comer y sólo nos quedan las alhajas de la tía Eduvigis. Porque hay que resistir hasta que se obre el milagro y detrás de una esquina encontremos un trabajo de diez horas diarias, seiscientos euros al mes.
“No hay atisbo de recesión económica” (octubre de 2007). “La crisis es una falacia, puro catastrofismo, vamos a seguir creando empleo y teniendo superávit” (enero de 2008). “La actitud de quienes exageran sobre el alcance de la actual situación económica es antipatriótica, inaceptable y demagógica” (abril de 2008). Zapatero y sus visiones proféticas han convertido España en un inmenso mercado persa, donde la imaginación es la primera arma para salir adelante como se pueda. Aún a costa de deshacerse de los dientes de oro de nuestros antepasados. Hay que sobrevivir, hay que subsistir, hay que resistir.
Vendiendo oro.
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