Entre calores que no corresponden a finales de agosto el verano se va. Me deprime cómo la noche se come minutos al día todas las tardes, me deprimen las nubes violáceas que aparecen en el horizonte a cada puesta de sol. El aire se espesa y los anocheceres son cada vez más largos y sombríos.
Pero las fanfarrias de San Antolín asoman ya por las esquinas de Palencia y prematuramente se huele el aroma de churros y fritangas verbeneras, las notas ruidosas de las peñas se presienten Calle Mayor arriba y Calle Mayor abajo mientras aparecen los primeros mimos en nuestras esquinas. La juventud hace planes y ahorra dinero para bebérselo ilimitada y desaforadamente a cuenta de sus ingenuos padres, que Dios tenga en su gloria... y lo más lejos posible.
Afortunadamente, tras las fiestas, el otoño amenaza con llenarnos la retina de la belleza encendida de los álamos de Tierra de Campos y de las cumbres de la montaña palentina, allá donde nacen Carrión y Pisuerga para ir a besarse en la meseta. Increíble espectáculo en esta tierra nuestra, del Peñalabra al Cerrato a través de los bosques de la Valdavia y la Ojeda, y sus variaciones cromáticas según la montaña, vencida pero orgullosa, se va entregando a la planicie.
El verano concluye, como todos los años, con las mismas estampas premonitorias del otoño: publicidad de colecciones de punto de cruz, aviones de combate, cerámicas estrafalarias o coches de época, que nos auguran la dureza de los meses que se avecinan y de lo bien que se está recluido en casa al amor de la lumbre.
Durante las largas noches de invierno el fútbol remediará nuestros ratos de ocio, pan y circo del pueblo sumiso y entregado, bálsamo de Fierabrás que todo lo cura, pero ahora como campeones del mundo. La Liga la ganará el de siempre, que se está convirtiendo en un espectáculo previsible como lucha libre americana, puro teatro de falsas caídas e ilusorios golpes.
Sin embargo en nosotros permanecerá el recuerdo de las comedias de verano que hemos vivido en Palencia, el candidato socialista a la Junta en bici, que es que ya no saben cómo llamar la atención o la tragicomedia de galletas Gullón que deja como sosos e insustaciales a los guionistas de Falcon Crest. Y si queremos llorar podemos acordarnos de la ausencia de gobierno durante lo de Melilla. Ignoro si cuando este artículo salga publicado habrá aparecido el señor Moratinos.
Y luego, elecciones regionales y locales. También ganarán los mismos.
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