Siempre andamos a disposición de lo que nos diga EEUU. Salvo España, no se conoce una nación que “odie” más a otro país y que siga con mayor dependencia las series, los deportes y el cine de ese país. Y que le gusten más las hamburguesas. Contradictorios que somos. Bueno, donde he puesto “odiar” pongan ustedes… “rechazar”, por ejemplo. Y sin embargo les copiamos todo. Será porque les envidiamos, eso sí, en secreto.
Ahora les hemos copiado la cosa esa del tea party. Copiamos más que un chino en una fábrica de bolsos falsos. El caso es que tengo la teoría, ya expuesta aquí reiteradamente, de que Zapa nos ha radicalizado. A unos y a otros. Mientras unos se han puesto como descosidos a espigar muertos de la guerra civil (conste que lo apoyo cuando alguien busca a sus familiares) y a sacar a pasear la memoria del su abuelo políticamente correcto, la del otro se mantiene cerrada bajo siete llaves, los otros se han puesto a tomar el té con Sarah Palin con la entrega del neo converso. Aquí una vez alguien dijo “Café para todos” y como la cosa salió lo mal ahora nos pasamos al té.
Yo siempre he sido de café. Sólo cuando la ocasión es muy grande, como aquel domingo en que el Venta de Baños CF metió siete goles a no recuerdo qué equipo, me tomo un té. Ah, pero no un té cualquiera, yo siempre me he tomado un té a la americana, es decir, según creo, con la bolsita sumergida en leche, no en agua, con canela y azúcar. O eso creo, insisto.
Así que resulta que sin saberlo yo era un adelantado a estos tiempos, caramba. Té americano llevo tomando yo desde que me lo descubrió una mala pécora que me dejó por otro con más flequillo. La cosa me sentó mal pero me defendí diciendo que “Si se trata de la cabeza lo importante es lo de dentro, no lo de fuera, y ahí te llevo ventaja, tío”. El “tío” me puso la mano en la cara y mis veinte años de vida me aconsejaron callarme y sentarme a tomar mi té a la americana.
Naturalmente todo eso es mentira, menos que tomo de vez en cuando té americano, pero me vale para entretenerles a ustedes un rato y tratar de olvidarme del bebé del piso de encima que lleva toda la tarde berreando sin que sus padres, que han convocado a médicos y parentela, sepan a qué atenerse. El muy jodío no se cansa ni a pesar de que lo avanzada que está la noche, seguro que sólo quiera tener una teta a su alcance. ¡¡Joé, como todos, y no por ello montamos ese espectáculo a estas horas!!
El caso es que lo del tea party les ha sentado muy mal a los moderados, centristas, equilibrados y temperados trotskistas de Públiko. ¡Mira tú quién va a dar lecciones de mesura y serenidad democráticas! Se quejan los neutrales demócratas trotskistas (¿No son estas dos últimas palabras una contradicción imposible?) y les motejan de “achicoria party”. Digo yo que el multimillonario multicomunista y multimediático empresario que gobierna el sectario órgano zapateril (esto del órgano zapateril no me lo tomen ustedes a mal) bien podría invitarles a algo más que achicoria. La mucama que limpia, fija y da esplendor a mi casa me trae una porrada de café del bueno cada vez que va a su país. ¿Será Roures un tacaño?
Lo del tea party no tiene futuro en España, por mucho que se empeñe Doña Espe, que se empeñará. Aquí nos da miedo ser de derechas. Ser de derechas en España es una práctica onanista, pues sólo se ejercita a solas, lejos de miradas ajenas. Además, en el PP no saben jugar a eso. La derecha en España siempre ha sido cainita, ha estado dividida, olvidándose de formar equipo y unir fuerzas. Desde la CEDA de Gil Robles las derechas españolas han estado entregadas a mirar su respectivo ombligo, despreocupándose de la tarea común. ¿Alguien se imagina a Gallardón invitando a té a Esperanza Aguirre? Aunque no sea americano, quiero decir.
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