Soy un hombre subido a una duda. Es el sino de mi vida que complica mi existencia y multiplica mis complejos. Me siento inseguro en un mundo inestable, fuera de mi entorno me siento menor, a disgusto y desorientado. Pocas cosas he tenido tan claras como las reglas de ortografía, me he desarrollado creyendo que eran inmutables y resulta que ahora las cambian, no sé si debo escribir truhán o truhan, Rey o rey.
La Navidad era inmutable y tradicional hasta que España decidió cambiar sus usos y costumbres, con lo que me siento perdido y a la deriva cual gobierno zapateril. No sé si poner un portal de Belén en mi casa o montar un belén a mis vecinos por poner un nacimiento en el portal. Que es lo que harían los miles de franquitos que han surgido últimamente. Es el sino de los tiempos, no sé si debo celebrar la Navidad yendo a misa o limitarme a ponerme ciego de dulces, marisco y alcohol, olvidando lo que me enseñaron mis padres y lo que intento trasmitir. Por ir acorde con los tiempos, más que nada.
A lo peor lo del musulmán que denuncia al profesor que pronuncia la palabra “jamón” es lo que debíamos hacer todos, defender con uñas y dientes legales nuestras creencias. Así no consentiríamos que determinadas televisiones se divirtieran cocinando impúdica e impunemente un crucifijo como parte de sus divertidísimos chous. O burlarse reiterada, pertinaz y obstinadamente del Papa o del cristianismo sin que nadie se atreva a denunciarlo, no vaya a ser que nos llamen intransigentes, fanáticos o exaltados.
Tengo más dudas que el hermano tonto de Woody Allen, no sé si debo defender mis ideas y ser llamado talibán o dejar que los franquitos del todo vale me impongan su dictadura social. Si uno ya no puede fiarse de la Real Academia de la Lengua ¿tengo yo derecho a impedir la libre expresión de quién hace sangre de mis creencias? ¿Será verdad que ofendo a los musulmanes si meriendo pan con chorizo?
Ya que no sé si debo escribir como siempre o adaptarme a la nueva era ¿no debo aceptar el devenir de los tiempos y en vez de Navidad celebrar sólo una fiesta folklórica llena de alcohol y marisco? ¿Debo callar sin protestar por la deriva antirreligiosa, manifestando así mi tolerancia con quienes me ofenden, o debo defender mis ideas en la comisaría como el alumno del jamón? ¿Acaso no deberíamos replantearnos tanta tolerancia? De momento, mecagüen los franquitos, yo voy a celebrar el nacimiento del Hijo de Dios. Hala, a tomar.
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