Conste que la equivocación de Aznar se equivoca. O sea, que Rajoy se equivoca. Me refiero a lo de Álvarez Cascos.
Siempre he pensado que la imagen de idílica camaradería que ofrecen los militantes de los partidos es pura fachada, puro adorno navideño en cualquier época del año, falsedad de falsedades, artificio más postizo que un decorado de cartón piedra. La realidad, como las procesiones del refrán, va por dentro de la sede del partido y no sale a relucir ni en las más secretas comisiones ejecutivas. Los escobazos y las puñaladas traperas se dan siempre por la espalda. Cuando dos poderosos miembros de un partido salen en la foto abrazados y sonriendo convendría mirar la imagen por detrás y ver qué lleva cada uno en la mano que no se ve.
Y eso es lo que ha pasado en Asturias, los amigos de uno contra los amigos del otro y gana el que más amigos tenga o el que los tenga más poderosos. Las cosas raramente se dilucidan por el bien del partido, en nombre del líder o por adaptarse mejor al programa democráticamente elegido por los militantes. Lo que importa es siempre particular y ajeno al militante de base. Quede claro y dejémonos de bobadas: los militantes nunca tienen nada que ver con el programa y poco o muy poco con los que mandan en el partido. ¡Dónde estaría ahora Zapa si dejasen suelta a la militancia socialista!
Desde este lado de los Picos de Europa se ven las cosas muy claras. O eso o que lo da simplemente el ver las cosas desde fuera: nombre por nombre para ganar la presidencia del Principado Álvarez Cascos no tiene rival... dentro del PP.
La reacción es la misma de siempre, es la historia de la Humanidad, desde luego la de casi todos los políticos apartados del dulce poder: “Pos ahora vas tú a ver quien soy yo. ¿A que voy y fundo un partido na más que pa joderte?” Y en un par de días el político desheredado se saca de la manga un partido con cualquier excusa... en este caso el asturianismo. Le robará unos cuantos votos al PP y tal vez uno o dos escaños con la esperanza de ser necesario en cualquier votación más o menos trascendente y entonces, retorciéndole las tetillas al PP, ajustar las cuentas pendientes.
Y todo muy visto, todo muy manido y siempre por el bien de Asturias. Y de España mismamente, si me apuran.
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