Se acabaron las fiestas; hoy, lector, estamos a siete de enero y ya ha pasado todo. ¿Qué le queda ahora? ¿Estos quince días pasados le sirven de algo? ¿Le han dado motivos inolvidables para dejarlos grabados en su vida? ¿O son como los del año pasado y como serán los del próximo?
Lo siento pero no ha solucionado ni una sola de sus comeduras de coco; a partir de hoy le espera la suegra, la falta de aparcamiento, el exceso de trabajo, la crisis y la falta de educación y respeto al ciudadano de algunos prepotentes miembros de la policía local. (Pregúnteme si es machote, señor concejal.) Bueno, ¿y ahora qué queda de tantos días de gozosa y desenfrenada extraversión?
Hace tiempo sospecho que todo este tinglao está organizado por el dueño de El Corte Inglés, que a mediados de año y rodeado de consejeros busca fechas en blanco entre la quincena de oro y la semana fantástica en las que emplazar una excusa para deshacerse de las mercancías de la temporada que finaliza. Y las llama Navidad porque es un nombre comercial.
Me aburren estas fiestas, son una razón banal para llenar el aire de fruslerías sin sentido, para gastar como locos y entretener el tiempo hasta las rebajas de enero, mes que este año se llamará Everest, gracias, Zapa. Navidad es un paréntesis vacío relleno de nada en el que viajamos como locos, compramos como posesos y bebemos como cosacos. Es una vaciedad que dedicamos a rellenar de música ingenua, regalos que nadie necesita, compromisos apresurados que no cumplimos y felicitaciones vacuas, no vaya a ser que nos demos cuenta de nuestra intrascendencia. Necedad de necedades.
¿Y una vez pasadas tan pantagruélicas fiestas qué? ¿Ha resuelto alguno de los crucigramas que le endemonian la vida y le acentúan la úlcera? ¿Su jefe sabe de qué va la empresa o sigue tan infeliz como siempre? ¿Es usted algo mejor? ¿Ya sabe qué va a hacer de su vida? ¿Ha perdonado a ese compañero gilipollas?
¿Si usted no es ingenuo por qué se cree estos quince días? ¿Y por qué cree la supuesta amabilidad de su vecino del sexto? Todo ha pasado, nada ha cambiado y sus problemas siguen sin resolverse, se llevará un cabreo de padre y muy señor mío cuando lo descubra, cosa que suele suceder a partir de hoy, siete de enero.
Prepárese, su hijo adolescente le espera con diez suspensos, a su mujer le va a doler la cabeza esta noche como todo el año pasado y su coche sigue gastando a los 100 kms más de lo que produce Venezuela en un año.
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