Ustedes me disculparán si me pierdo por esos mundos de Dios a la búsqueda de unas vacaciones relajantes, serenas y alejadas de las grandes multitudes. Con el permiso de todos ustedes me las piro fuera de España. España es insoportable en verano. No, no les estoy hablando del gobierno ni de la crisis, me refiero a los españoles de a pie, a los españolitos de todos los días, a los que creen que el verano es símbolo de permisividad, a los que creen que en verano todo es aceptable, ésos para los que no basta estar de vacaciones sino que además hay que demostrarlo yendo por la calle cual guarros antes de San Martín.
La decadencia de España no es sólo política o económica, es también social, de costumbres y de educación. Nos creemos que llegado el verano, llegadas nuestras vacaciones, podemos ir por la calle hechos unos harapientos zarrapastrosos, que podemos entrar a un restaurante en pantalón corto o ir de compras en camiseta de tirantes mostrando a los cuatro vientos la espesa pelambrera que puebla nuestras axilas.
Nos hemos hecho unos marranos, unos abandonaos, unos infelices ingenuos que por ir en bermudas y zapatillas de deporte nos creemos poseedores de felicidad perpetua y cachondos protagonistas de una peli jolivudiense, aunque en realidad apenas nos dejarían llevar el cubo y la fregona en cualquier sitio que se respete. Hemos confundido la comodidad con la chabacanería y el verano con un “todo vale” indumentario. Ya puede hacer el frío que haga que si es julio usted (o el vecino de usted o la prima del pueblo) tiene que vestir con desaseo, inurbanidad y vulgaridad sólo para dar a conocer a todos que es usted un señor muy liberao de prejuicios y encima está de vacaciones dando envidia. Cochino, es lo que es usted. En ese caso y sólo en ese caso digo. No se me enfade innecesariamente.

Además, seamos sinceros, muy posiblemente usted ya no está para ciertas actitudes; si tiene una barriga considerable fruto de sus muchas horas dedicadas a la tasca con los amigotes, a los chorizos al vino y a la chistorra, o si tiene más años que la orilla del río no pretenda ofrecer un aspecto de adolescente estilizado porque muy seguramente va haciendo el ridículo. Ya, lo entiendo, usted no se da cuenta pero los demás sí, entérese, coño. Quizá con la camisa por dentro, con pantalones vaqueros y zapatos en vez de chancletas usted pueda parecer normal... aunque esté de vacaciones. No hay nada más patético, más lamentable y más vergonzoso que encontrarse en la sección de congelados con un ancianete vestido como un crío en el gueto judío de Polonia. Tenía que estar permitido formar coros espontáneos que se rieran a carcajadas de ellos. Desde los congelados hasta el aparcamiento exterior.

El gobierno de Zapatero que tanto empeño ha mostrado en regular nuestra vida hasta extremos increíbles debía promulgar un decreto que condenara a galeras a tanto tonto del culo que cree que vestir una camiseta de tirantes, “Peña La burra sandunguera. Fiestas de 1995”, sandalias o zapatillas de deporte y pantalón corto es guay, superchachi o megaprogre. Sería un acto de caridad por su parte que no le iba a costar ningún voto, casi no le queda ninguno que perder, y mejoraría la imagen de España. Bueno, al menos la de nuestras calles y plazas.
¡El daño que ha hecho a España Torrente!
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