Palencia es una emoción:

18 julio 2011

El senador putero

No me digan ustedes que no, no me nieguen que sólo faltaba Berlanga y su cámara. Lo del senador putero es de las historias más rancias y a la vez entrañables que pueda parir España.

Lo de las putas en sí mismo forma parte de nuestro ayer y de nuestro hoy, y sin la más remota duda también de nuestro futuro. Supongo que ustedes se habrán fijado en que a pesar de la crisis los lupanares carreteriles están siempre a tope, los clubs (me niego a escribir correctamente este plural cuando me refiero a lo que me refiero) de carretera tienen siempre el aparcamiento lleno, caiga económicamente lo que caiga.

Hasta lo de llevarse al hijo de parranda puteresca enraíza con las tradiciones iniciáticas más antiguas. Berlanguiano, también el asunto. Antes te hacías un hombre cuando salías del pueblo para ir a la mili. Claro que ya que salías aprovechabas también para lo otro. Ahora ya sólo queda lo otro, no hay más maneras de hacerte un hombre. Bueno, ahora que lo pienso, en todos los pueblos, o en el de al lado, siempre había alguna señora dispuesta a transportarte a la madurez en un cuarto de hora sin necesidad de salir de la comarca. Cuando el hijo cumplía los dieciocho se lo confiabas a la buena dama, cuidando siempre de tu buen nombre, y a partir de ese día el chaval podía considerarse un hombre hecho y derecho y dar por inaugurada su madurez. Luego le encargabas de ararte las tierras o abrir el negocio a primera hora y sanseacabó.

Al pobre senador le ha caído la marimorena, ya hay quien ha pedido su dimisión y su expulsión del PSOE. Claro que lo han pedido desde fuera del PSOE. Tengo para mí que esto de puterío es de los asuntos más machistas que hay, es ganarse un momentáneo cielo en la tierra a base de dinero: Tanto pago, tanto te esclavizo. Razón suficiente para ponerlo de patitas en la calle, que hablen las señoras Aido y Pajín y larguen lo que opinan.

Antes, cuando te pillaban de putas te caía la deshonra encima, la gente te miraba mal, te señalaban a hurtadillas por la calle y los vecinos te negaban el saludo en el ascensor, pero en la España actual en la que todo vale, en la que hasta se anuncia una empresa que favorece la infidelidad conyugal, en la que en la televisión hay a todas horas maricones, lesbianas, sexo real, desvergüenza verbal y gentuza soez, siempre con el beneplácito de la audiencia y de los anunciantes, hoy, digo, no pasa nada. Te puedes ir a casa con la cabeza bien alta y una sonrisa en los labios. Eres un machote, liberal y nada reprimido, no como esos fascistones de la derecha, meapilas y ratas de sacristía que creen vivir todavía en el siglo XIX.

Lo malo es cuando llegues a casa y te encuentres a tu Santa esperando detrás de la puerta con el rollo de amasar en la mano. A ver qué le cuentas, qué explicaciones le sueltas y a ver en qué sofá pasas las noches.

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