Seguro que soy de los pocos antizapateristas que ha
aplaudido hoy a Rubalcaba. Al señor Rubalcaba quiero decir. Corrigiendo al
periodista ha corregido a muchos socialistas, si bien breve y levemente. Hoy,
durante un largo rato al menos, el candidato socialista tiene mi apoyo. En
estos casos siempre me viene la misma pregunta ¿qué dirían algunos si esto
mismo lo hace o lo dice un... un... un “no progresista”.
Siempre me ha molestado el colegueo, nunca he aceptado eso
de que “todos somos iguales”. No es cierto, no somos todos iguales. Todos
tenemos los mismos derechos, sí, es gran verdad, pero no todos somos iguales
porque no todos tenemos los mismos años, no todos tenemos los mismos méritos ni
todos somos dignos del mismo respeto. El tuteo a todo trapo es consecuencia
torpe y estúpida de esa visión simplista que los socialistas trajeron con la
democracia confundiendo los derechos de todos con el colegueo inmisericorde.
Si se trataba de construir una sociedad igualitaria,
equiparando al catedrático con el arriero, al maestro con sus alumnos y al
ministro plenipotenciario con el analfabeto periodista el acierto fue total. El
tratamiento de usted es una fórmula en trance de desaparición y los más
analfabetos pacientes le dicen “oye, tú” a la pediatra de la Seguridad Social
como si todos hubiesen estudiado lo mismo y sumado los mismos méritos en la
vida, como si la educación se mostrase con coces y el respeto con desplantes.
Ha acertado el señor Pérez Rubalcaba exigiendo un mínimo de
cortesía y respeto, quien le hablaba no era su “colega” (otra palabra degradada
con su cambio de sentido) sino un desconocido que le demandaba el favor de una
información ante decenas de cámaras y micrófonos. La cortesía exige fórmulas
formales (sí, la redundancia es insistentemente voluntaria) que se deben
respetar. No pido que los niños traten a sus padres de usted, como hacían mis
abuelos, pero sí que los alumnos tengan en cuenta la autoridad de sus
profesores, que los jóvenes consideren a los ancianos, que todos respetemos al
guardia de tráfico y que todos apreciemos al alcalde del pueblo. Y para ello el
tratamiento, la formalidad y una ligera etiqueta son muy convenientes. Que viva
el señor Pérez.
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