Sé que Dios no me proveyó de un
exceso de inteligencia, sé que tengo mis limitaciones y que los lectores
críticos se agarrarán acertadamente a estas frases mías para quemarme en la
plaza pública. Conocedor por tanto de mi condición sé que hay berenjenales en
los que no debo meterme y pasar discreta y calladamente. Para no errar y para
no salir herrado.
Sé por ejemplo que no debo opinar
de asuntos que no comprendo, como la sanidad catalana, donde mi cerrazón
tropieza con la obstinada realidad. Así que he decidido no contarles a ustedes
que me resulta inaccesible el motivo por el cual se cierran consultas, se
rebajan servicios y se mutila la paga de navidad de los médicos, enfermeros y
empleados en general. Fastídiense que se quedarán sin saber mi opinión porque
no les voy a hablar de lo que no sé, porque callaré sobre las misteriosas
razones por las cuales mientras la sociedad catalana ve recortadas sus
prestaciones sociales en casi completa paz ciudadana – si exceptuamos unas
breves algaradas, ya pasadas, a la puerta de algunos centros de salud- el Govern
se monta unas pelis de indios gastándose en embajadas en el extranjero lo que
podría destinar a mejorar la atención al paciente, por ejemplo. ¿Qué le resulta
más imprescindible a Cataluña, las embajadas o los buenos servicios sanitarios?
Pues, nada, que los enfermos catalanes decidan, yo callo para no atizar las
voluntades ajenas con mi desconocimiento.
Como no comprendo las altas
razones políticas para que esto suceda sin que los ciudadanos quemen –estoy
hablando en sentido figurado, claro- el
Palau de la Generalitat, sin que el Parlament arda en encendidos debates
-calma, también es en sentido figurado- entre gobierno y oposición, cedo a mis numerosos
lectores catalanes, catalanistas y anticatalanistas (que no “anticatalanes”) y
a los ajenos a Cataluña el espacio de opinión que hay bajo esta “Columna de
Humo” con la esperanza de que alguien sea más listo que yo y me explique por
qué sucede todo esto, por qué Cataluña vive con inflamada pasión debates comparativamente
intrascendentes como el de los toros o más trascendentes como el del
nacionalismo mientras las tijeras de la crisis se ceba en los más débiles, en
los que no pueden pagarse un seguro privado.
Dadas mis escasas lumbreras ya
comentadas previamente les ruego también que alguien me cuente cómo es posible
que se derroche dinero en varias televisiones públicas, estatales, regionales,
municipales… que son una máquina de quemar el dinero que ha salido de nuestros abrasados
bolsillos por vía de la ardorosa declaración de Hacienda y otros impuestos no
menos explosivos. ¿Y nadie dice nada? ¿Y calla la oposición? ¿Y no arde Troya?
¿Y callan los indignados? ¿Y callan los padres de familia? Que me lo expliquen,
oiga.
Éste es un polvorín en el que no
piso, un charco en el que no me meto, una opinión que apago… y es que es mejor
ser discreto para no tener ardor de estómago. O para no quemarme inútilmente y
que me llamen petardo.
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