Ya falta menos y dueñas y
modistillas contienen el aliento, la Duquesa de Alba se (nos) va a casar y
programas de telebasura y revistas de tres al cuarto van a hacer su agosto.
Parte de España contiene el aliento preguntándose por el traje que vestirá la
Duquesa, encogiéndose el corazón al pensar en invitados y convite y
retorciéndose las entrañas al suponer la luna de miel. España es un sinvivir
porque se casa una anciana ricachona. La España ociosa, envidiosa, vanidosa y
presuntuosa se relame de gusto y se besaría si pudiera, encantada de haberse
conocido.
Los españoles ni mandamos
cohetones a Marte ni somos los primeros en deporte, cultura o tecnología. Somos
el culo del mundo y seguiremos en ello durante siglos mientras España tenga una
clase mental, no me lo confundan con clase social, cuya mayor preocupación sean
pantojas y duquesas, messis y ronaldos, sálvames y norias. Somos un país
hortera, de cotillas, barriobajero y que huele a ajo, como dijo aquella
superpija, que para todo debe haber un límite. Nunca el pensamiento ilustre
tendrá premio social, el pueblo permanecerá atado a las cadenas televisivas que
explotan cuanto de infecto hay en nosotros.
Me enrabieto, me siento insultado
cuando me inquieren si me parece bien que la Duquesa de Alba se case o no, si
me gusta o no que el señor en cuestión sea palentino, funcionario y dos o tres
siglos más joven que la interesada... Ésa es España. ¿Es ésa España? ¿Así es
España? Nos gastamos miles de millones durante generaciones para educar a
padres, hijos y parentela en general y a pesar de ello permanecemos en la
España cañí, con peineta y navaja en la liga. Si las afirmaciones de Pujol
sobre las “jennifers” no tuviesen ese matiz despectivo nacionalista podría
estar de acuerdo.
¿Puede la España que avanza con
decisión hacia la ruina, que tiene cinco millones de parados, que se encamina a
unas elecciones trascendentes, la España cuyos universitarios han de emigrar a
Alemania o Inglaterra (¿Han observado la diferencia cultural de la actual
emigración con la del franquismo?) dedicarse tan estultamente a estudiar
fútiles acontecimientos, intrascendentes hechos sociales, vanos acontecimientos
frívolos, baladíes fábulas de opereta?
¿No confluyen capitalismo y comunismo
en embrutecer al ser humano para someterlo, para evitar que piense, para
domarlo y dominarlo, para hacer de él un guiñapo, un títere cuyas cuerdas
decidan por él cuándo, cómo, con quién y contra quién deben actuar? No predico
un país de sibaritas intelectuales sino de muchedumbre consciente, clases
sociales que sepan qué son y qué no deben ser, que no se conviertan en simples
números de los movimientos de masas sino en personas conocedoras de sus
valores, especialmente de sus valores no mercantiles, elevados, espirituales,
sensibles, letrados, que no se limiten a considerar exclusivamente al hombre
como fuerza laboral y votante.
Mientras tanto jenifers y kevines del mundo, ¡Viva la
Duquesa de Alba!
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