Palencia es una emoción:

02 octubre 2011

¡Que se nos casa la Duquesa!



Ya falta menos y dueñas y modistillas contienen el aliento, la Duquesa de Alba se (nos) va a casar y programas de telebasura y revistas de tres al cuarto van a hacer su agosto. Parte de España contiene el aliento preguntándose por el traje que vestirá la Duquesa, encogiéndose el corazón al pensar en invitados y convite y retorciéndose las entrañas al suponer la luna de miel. España es un sinvivir porque se casa una anciana ricachona. La España ociosa, envidiosa, vanidosa y presuntuosa se relame de gusto y se besaría si pudiera, encantada de haberse conocido.

Los españoles ni mandamos cohetones a Marte ni somos los primeros en deporte, cultura o tecnología. Somos el culo del mundo y seguiremos en ello durante siglos mientras España tenga una clase mental, no me lo confundan con clase social, cuya mayor preocupación sean pantojas y duquesas, messis y ronaldos, sálvames y norias. Somos un país hortera, de cotillas, barriobajero y que huele a ajo, como dijo aquella superpija, que para todo debe haber un límite. Nunca el pensamiento ilustre tendrá premio social, el pueblo permanecerá atado a las cadenas televisivas que explotan cuanto de infecto hay en nosotros.

Me enrabieto, me siento insultado cuando me inquieren si me parece bien que la Duquesa de Alba se case o no, si me gusta o no que el señor en cuestión sea palentino, funcionario y dos o tres siglos más joven que la interesada... Ésa es España. ¿Es ésa España? ¿Así es España? Nos gastamos miles de millones durante generaciones para educar a padres, hijos y parentela en general y a pesar de ello permanecemos en la España cañí, con peineta y navaja en la liga. Si las afirmaciones de Pujol sobre las “jennifers” no tuviesen ese matiz despectivo nacionalista podría estar de acuerdo.

¿Puede la España que avanza con decisión hacia la ruina, que tiene cinco millones de parados, que se encamina a unas elecciones trascendentes, la España cuyos universitarios han de emigrar a Alemania o Inglaterra (¿Han observado la diferencia cultural de la actual emigración con la del franquismo?) dedicarse tan estultamente a estudiar fútiles acontecimientos, intrascendentes hechos sociales, vanos acontecimientos frívolos, baladíes fábulas de opereta?

¿No confluyen capitalismo y comunismo en embrutecer al ser humano para someterlo, para evitar que piense, para domarlo y dominarlo, para hacer de él un guiñapo, un títere cuyas cuerdas decidan por él cuándo, cómo, con quién y contra quién deben actuar? No predico un país de sibaritas intelectuales sino de muchedumbre consciente, clases sociales que sepan qué son y qué no deben ser, que no se conviertan en simples números de los movimientos de masas sino en personas conocedoras de sus valores, especialmente de sus valores no mercantiles, elevados, espirituales, sensibles, letrados, que no se limiten a considerar exclusivamente al hombre como fuerza laboral y votante.

Mientras tanto jenifers y kevines del mundo, ¡Viva la Duquesa de Alba!

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