Palencia es una emoción:

28 diciembre 2011

El divorcio de Sinead O’Connor

Si hay algo de la presente sociedad que no me gusta es el extremo sentido de la trascendencia. O de la intranscendencia, mejor. Nada queda alejado de la debilidad humana, nada tiene seriedad, todo es consumible en breve lapso de tiempo. Nada hay sagrado, nada hay digno de alto respeto, todo depende. De mi opinión, de mi gusto, de mi conveniencia.

Miren, estamos de acuerdo en que el matrimonio no tiene por qué ser para siempre. Convivir con alguien que te amarga la existencia, que te hace insufrible la vida, que atormenta el día a día es insoportable. Para eso se inventó el divorcio. No hay matrimonio que no haya pasado por crisis, muchos de ellos terminan en ruptura, es desconsoladoramente inevitable. Pero un matrimonio entre personas maduras arrostra numerosas dificultades, diferencias y problemas hasta que por fin ha de disolverse. Se supone que tanto él como ella se han casado por agrado, con el mejor de los deseos y esperando ser feliz y hacer feliz al otro.

Claro, no siempre sucede y la ruptura con frecuencia es inevitable. Pero no a los dieciséis días, que es lo que le ha pasado a Sinead O’Connor. Dieciséis diítas, oiga, una quincena de nada. ¿De verdad el matrimonio es esto? ¿De verdad se casaron para hacer feliz al otro? ¿De verdad en dos semanas se perdió su amor? ¿De verdad descubrieron en dieciséis días que su convivencia era imposible? ¿Tan inmaduros podemos llegar a ser a pesar de cumplir numerosos años y matrimonios? ¿Qué se vieron en esos días que antes se habían ocultado? ¿Tan poco importante es el matrimonio?

Cada vez me disgustan más algunas de las circunstancias en que se desenvuelve nuestra sociedad. La intrascendencia, por ejemplo. La inmadurez. El “Todo vale” o el “Qué más da”. ¿A esto se le llama progreso? Cuando a una sociedad no le quedan hábitos morales vienen los godos y se la cepillan.

Me dan ganas de decir eso de “Esto con Franco no pasaba” y echarme a reír con Gila, que ya que no había divorcio inventó el “ahí te quedas”. 

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