La sociedad española lleva
décadas señalando las graves carencias que padece el sistema educativo. Cada
nuevo gobierno, estamos viéndolo estos días, intenta abordar las dificultades
sin que jamás se llegue a una solución. El problema se ha trasladado, como es
lógico, de la escuela a la sociedad, que, en la medida que pasan las
generaciones y se incorporan a la vida social y laboral, va cargando sobre sus
espaldas las consecuencias del fracaso.
Sin duda las causas del problema
son muchas, variadas por lo tanto serán las soluciones que hay que abordar y
diversos los puntos de vista que habrá que tener en cuenta para poder encontrar
la salida a tan dolorosa situación. No se trata simplemente de Educación para
la Ciudadanía, ni de sus contenidos ni del nombre que se adopte para tal
materia. No sé si es necesario, llegado este punto, aclarar al lector que no
estoy hablando sólo de instrucción, trasmisión de conocimientos más o menos
imprescindibles para la vida, sino también y especialmente de normas sociales
de, anteriormente al menos, obligado cumplimiento para circular adecuadamente
por el mundo.
La raíz del problema está, al
entender de largos años dedicados a la educación de numerosas generaciones de
estudiantes, en el planteamiento con que la sociedad aborda la etapa escolar. A
mi torpe entender alguien ha dicho que los niños deben aprender sin esforzarse,
sin molestarse y sin trabajar, que todo aprendizaje les será dado por la gracia
de Dios (en los laicistas tiempos zapateriles en los que todavía estamos, y lo
que te rondaré, morena, habría que decir que les será dado por la gracia del
Estado progresista) sin que haya que sufrir mañanas de atentas clases, tardes
de disciplinado trabajo y noches de sacrificado impulso personal.
La situación ha llegado a tal
punto de absurdo que pedir a los alumnos sacrificio, lucha, aplicación,
denuedo, trabajo y disciplina resulta algo desfasado, fuera de lugar, impropio.
Decir que sin estudiar no se debe aprobar debería ser una obviedad que en
España es preciso recordar. Qué franquista les resulta a algunos pedir
disciplina, respeto y obediencia cuando sin embargo todavía resuenan en nuestros
oídos las palabras de Rubalcaba pidiendo en una rueda de prensa que le trataran
de usted, “señor Rubalcaba, quiere usted decir” dijo a un osado periodista. A
ese punto hemos llegado, que un alto personaje de la nación, varias veces
ministro y a la sazón candidato a la presidencia del gobierno necesitara
demandar el correspondiente respeto.
Respeto y… disciplina, claro.
Cuántas veces algunos padres, en ocasiones sin saber hacer la “O” con el culo
de un vaso, se atreven a desafiar la autoridad de los profesores como si éstos fueran
unos advenedizos o unos recién llegados a los que cualquier mequetrefe puede
contradecir sin rubor. ¿Estos mismos padres contradirían al técnico que les
cobra cincuenta euros por arreglarles la televisión o la lavadora?
En la actualidad el problema de
la educación en España no reside en el modelo, en el procedimiento o en la ley
educativa. Todo esto es importante y no hay que dejarlo de lado, pero no es lo
prioritario. Lo primero de todo es recuperar la idea de que sin estudio no se
aprende, la idea de que el esfuerzo se premia, de que no es lo mismo aprobar
con un cinco que con un diez. ¿Pero cómo se cambia tan radicalmente la
mentalidad de una sociedad acostumbrada al hedonismo y al dolce far niente? ¿Acaso
aprender con esfuerzo no es franquista, troglodita y atrasado?
Ah, y también convendría
convencer a quien sea menester de que los profesores son la autoridad
educativa, saben tanto de educación y de niños como el correspondiente técnico
sabe de lavadoras o televisiones y merecen idéntico respeto. Por lo menos.
4 comentarios:
Toda la razón. Quizas ese respeto pase porque no sea tan facil sacar magisterio. En los paises del norte (escandinavos espcialmente), es de las carreras mas duras que hay. Aqui en España cualquiera que le haga falta una carrera (cualquiera que sea) para promocionar, con mas ahinco en el funcionariado, van a por magisterio infantil, y la sacan casi como quieren...(te lo dice un antiguo alumno tuyo).
Sí, hubo un tiempo en que había que estudiar, trabajar, investigar para sacar la carrera. ¡Cuántos trabajos tuve que realizar, cuántas experiencias docentes que realizar, cuántos meses de prácticas que explicar! ¿Ahora ya no es así? ¿Ya no es una profesión vocacional? ¿Sólo una manera de promocionarse?
¿Alumno mío de dónde? Menos mal que no estudié magisterio infantil, ¿no?
(JA, Ja, Ja, Ja, ay, que me parto!!)
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