Es muy posible que algún policía,
puede que “la policía”, se excediese en la batalla de Valencia. Siempre ha
pasado, gobernase quien gobernase. La pregunta es por qué se va a armar ahora
lo que no se ha armado mientras los parados ascendían hasta los cinco millones
y pico, la pregunta es por qué se van a quemar ahora las calles, por qué ahora,
precisamente ahora, vuelve el cojo Manteca (en estos estúpidos tiempos se
llamará Kevin José o Borja María) a recorrer las calles españolas quemándolas o
incendiando coches y volcando contenedores.
A mi humilde parecer a la
borrachera de insumisión económica de Zapatero, pues insumisión a la realidad
económica era negarse a ver el deterioro social e inventarse brotes verdes, nadie
se le ha enfrentado salvo los también socialistas Fernández Ordóñez y Almunia.
Los sindicatos, antes al contrario, jaleaban, encantados de conocerse, el
despiporre económico zapateril, venga a soltar dinero a quien fuese y por lo
que fuese, venga a subvencionar todo lo que se moviese sin hacer caso de los
doctos consejos de los anteriormente nombrados.
De aquellas barbaridades viene
esta despiadada reforma laboral del PP y de la patronal, crudelísima y de
dudosa eficacia, pero ahora los sindicatos se citan por teléfono para echar más
carne en el asador de las protestas callejeras hasta que España parezca Grecia.
Carne que se ahorraron en los tiempos pasados.
En una repugnante sociedad que te
encasilla como “de los otros” si no eres “de los nuestros” tiene que existir la
manera de oponerse a la dejadez, a la estulticia económica y laboral, a la
sinrazón monetaria de Zapatero y sus sindicatos subvencionados, sindicatos de
Rolex y mariscada, sindicatos de miles de euros en sueldos de simpatizantes, sin compartir con el PP, la patronal y la Banca,
que al obrero se le reduzcan cada vez más los derechos, año tras año, reforma
laboral tras reforma laboral, rebajando sus percepciones salariales, facilitando
tras cada reforma su despido, empeorando año a año sus condiciones de
jubilación. España, Europa entera, camina hacia una sociedad de obreros
desprotegidos, una sociedad de sálvese el que pueda; una sociedad en la que
seremos marionetas de empresas poderosas en manos de bancos multimillonarios
que harán con nosotros lo que beneficie a sus intereses económicos.
Los inicios de la Revolución Industrial,
de obreros esclavizados, nos parecen lejanos en el tiempo pero en una o dos
reformas laborales más asomarán de nuevo en el horizonte obrero. Entonces,
puede que entonces, los sindicatos vuelvan a su ser, vuelvan a ser imprescindibles,
y los sindicalistas no cobren decenas de miles de euros. De la gran Banca,
claro. Puede que vuelva el día en que los sindicalistas vuelvan a ser obreros.
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