Miren, de economía sé tan poco
como Zapatero, pero tienen ustedes la ventaja de que jamás pretenderé dirigir
la economía española. Dados estos conocimientos que les digo no sé si los
presupuestos que acaba de aprobar el gobierno serán buenos o malos.
Pero sí hay una cosa que tengo
muy clara, todas las reformas laborales y económicas, todas, han ido contra la
clase obrera y media y han servido de apoyo a los más ricos. Como una vez más
acabamos de ver parece que jamás podremos acabar con los defraudadores que
viven a sus anchas sin la más mínima preocupación de que Hacienda caiga sobre
ellos con todas sus fuerzas. A los defraudadores tarde o temprano se les amnistía,
unos y otros, de derechas o de izquierdas, en un país o en otro. Ha pasado en
toda Europa.
A Zapahuero, el de las
declaraciones grandilocuentes, el de los 13.000 millones gastados en rotondas,
carriles bici y tapias de cementerio, le aconsejaban otros grandes socialistas
que no dilapidara tantos millones, que ahorrara y se preparara para las vacas
flacas. Pero el leonés que nunca dudaba vio brotes verdes en pleno desierto y prefirió
hacer caso a nuestros modernos sindicatos y seguir derrochando a manos llenas,
subvencionando con dinero que no teníamos, endeudando a nuestros hijos. A
nuestros nietos.
No, no se me olvida cómo bancos, gobiernos
y otras ¿doctas? instituciones de todas las orientaciones económicas y
políticas nos animaban a gastar sin continencia, ofreciéndonos casas y coches,
fiestas y viajes que algunos nunca podrán pagar. Llegó la recesión y antes que
ella los desahucios, las quiebras empresariales y los despidos masivos. Cuando
quisimos echar el freno ya era tarde y así nos vemos, avergonzados ante
nosotros mismos por los errores cometidos.
Y llegan los presupuestos del PP;
puesto que el derroche zapateril no sirvió para nada, salvo para aumentar
nuestras deudas, parece haber sonado la hora de cerrar el puño, echar
cremallera al bolsillo y frenar las inversiones. ¿Sin gastar dinero, sin
invertir, crearemos riqueza para salir adelante o aumentaremos nuestra
desdicha? Toda la Europa económica nos aplaude pero ¿es ésa la Europa del
ciudadano o la de los mercados? ¿Nos aplauden porque nos conviene o porque les
conviene? ¿Las condiciones laborales de nuestros hijos han de ser
necesariamente peores que las nuestras? ¿Otra vez? ¿Así, reforma tras reforma? ¿Nos
convertiremos en esclavos laborales como los niños de algún país
tercermundista?
Pero tampoco se sostiene la
retórica falaz, decimonónica y de reminiscencias marxistas de Rubalcaba. Seguir
empeñado en dividir a la sociedad entre malos capitalistas y buenos obreros
socialistas está más pasado de moda que el charlestón. A veces me pregunto si
los políticos hablan para todos los votantes o sólo para los más torpes y
cerriles. Los mensajes que nos envían parecen idóneos para mentes como la de
Homer Simpson. Dado que un voto vale lo mismo con independencia de las luces y
cultura de su propietario todo es posible.
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