Para la persona que se levanta
cada día para ganarse la vida es difícil comprender lo de Bankia. En todas las
empresas en las que pueda desempeñarse cualquier ciudadano hay un escalafón de
personas dispuestas a dar la alarma en cuantito el negocio empieza a dar
señales de peligro. Hasta en las churrerías de barrio.
Que el desastre haya pasado
delante de las narices del director del Banco de España sin que se le achaque responsabilidad
ninguna es difícilmente comprensible. Que personalidades de la importancia de
Rodrigo Rato hayan dirigido Bankia mientras ésta se arruinaba y se vayan
sin responsabilidades es inadmisible. Que expertísimos expertos (la redundancia
es voluntaria) hayan controlado desde diversos puestos la marcha de la entidad
sin expresar una sola queja, sin un solo gritito de sorpresa, sin un desmayo,
sin un sofoco, es inaceptable.
Que tantos y tan sabios
consejeros (profesionales, políticos o sindicalistas) se hayan ahorrado los
consejos por los que cobraban, dejando así que se hundiese la entidad, es sólo
admisible en un país de locos. Que dichos expertos cobren por sus consejos no
emitidos (o mal emitidos, evidentemente) la friolera de millones que cobran es
inmoral e injusto; que después del desastre todavía incidan en la burla y la
ofensa a la ética y al español con jubilaciones impúdicas es obligarnos a pagar la cama después de abusar de nuestra buena fe.
El gobierno del PP que tan bonito
nos lo prometía está callando, desviando la mirada e impidiendo las
aclaraciones de quienes deben darlas en lugar público. Los españoles vamos a
pagar, de una u otra manera, más tarde o más temprano, esos cien mil millones
que nos acaban de prestar. No, no es sólo la Banca quien deberá soportar las
duras condiciones económicas, sino que tarde o temprano esas circunstancias
serán oportunamente trasladadas a los ciudadanos. Y, no se nos olvide, también
nos serán impuestas nuevas y más difíciles condiciones de vida para poder
pagar, a cambio de nuestra jubilación, de nuestras vacaciones o de nuestras
pensiones, la ayudita que Europa nos ha proporcionado.
Negarlo es negar la evidencia,
negarlo es llamarnos tontos y creernos excesivamente crédulos. Vale que seamos
cornudos o apaleados, pero ambas cosas simultáneamente… no, por favor. Necesitamos
que se haga justicia, que quienes tienen poder para ello entren a saco para
contarnos con letras grandes y palabras claras quiénes se han aprovechado,
quienes nos han engañado o quiénes se han equivocado, siendo muy generoso en la
idea, hasta el punto de ponernos en esta situación tan grave para todos.
El PP debería facilitar la
comparecencia de las autoridades en vez de impedirla, debería sentir lo que
está sintiendo ese electorado que le aupó hasta el poder para deshacerse del
político torpe que iba a aprender Economía en un par de tardes y no lo hizo en
casi ocho años. Torpedeando la claridad y la justicia el PP puede haber empezado
ya a perder las próximas elecciones. El ciudadano que asiste escandalizado a esta
vergonzosa situación necesita razones, aclaraciones y actuaciones rápidas,
efectivas y contundentes para dejar de pensar que “todos son iguales”. Porque
si no sale una lista clara y concreta de ineptos o mangantes (¿o las dos
cosas?) será entonces efectivamente que todos son iguales. Que el resto de
partidos, excepto UPyD, se mantenga en el alboroto parlamentario, sin emprender
ninguna medida efectiva también ayuda a expandir la idea. Que la justicia entre
a saco y levante las alfombras y el parqué si fuera necesario.
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