Se queja Tomás Gómez del poder
del Opus en el gobierno, achacando a este grupo religioso una severa influencia
en las decisiones gubernamentales y especialmente en la futura reforma de la
ley del aborto. Con dosis de democrática paciencia y profundo conocimiento de
la Constitución pide que se reforme cuanto sea menester para impedir por ley a
esta “seudosecta” (es palabra suya) ocupar cargos públicos.
Asisto asombrado cómo nadie con
autoridad de su partido ha salido a rebatir estas palabras llenas de
resentimiento, de frustración, de mala leche y de ese decimonónico
anticlericalismo, tan casposo y anticuado, que caracteriza a algunos miembros
del Partido socialista. Si hay algo más pasado de moda que una beata con velo a
la cabeza es un paleto hablando mal del párroco; si hay algo más antiguo que un
meapilas es un comecuras. España es así de extrema.
Ese discurso populista y
chabacano le va bien al PSOE entre un gran sector de la sociedad, siempre
dispuesta a ir detrás de los curas con velas o con palos. En cuantito la
Iglesia entra en juego, ¡y lo que le gusta a la izquierda!, se echa en falta un
discurso sereno, sin mala bilis, sin colmillo retorcido y que no busque la
provocación.
Las palabras del líder socialista
madrileño, que buscan en definitiva proporcionarle en el PSOE un importante lugar
al que después de tantos años todavía sigue aspirando, son las palabras de un
líder incapaz de encontrar una alternativa al gobierno que tiene enfrente, son las
palabras de alguien que no encuentra mejores argumentos con los que demostrar
sus razones, las palabras de alguien que busca eliminar de la disputa política
a aquellos contra los que nada ha podido.
Me gustaría que Tomás Gómez
avanzara en su discurso sectario; me gustaría saber a quién más habría que
eliminar de la competición política, quién más no podría ocupar un puesto
político según el ex alcalde de Parla. Tal vez convendría impedir dedicarse a
la política a quienes posean un coche caro, una casa en la playa o tengan hijos
estudiando en una universidad privada. Me gustaría saber si el concepto de
libertades democráticas que tiene este político selvático incluye que se impida
el ejercicio de la política a quienes sean musulmanes confesos, por ejemplo.
Y como lo de los musulmanes tiene
otra lectura preguntémonos si este señor consentiría el ejercicio de las
libertades democráticas a quienes sean católicos… Aquí, en los católicos, les
empieza a picar el gusanillo a algunos políticos. Y ya puestos… ¿Por qué sólo a
los del Opus y por qué sólo el ejercicio de la política? ¿Por qué no extender
sus diatribas a los Testigos de Jehová o a los protestantes en general? ¿Y por
qué no prohibirles ya el ejercicio del voto? ¿Y si se lo prohibimos a todos los
bautizados?
Si Tomás Gómez fuera afinando su
propuesta, al final sólo podrían dedicarse a la política aquellos a los que él entregara
la correspondiente licencia, debidamente matasellada y timbrada en los
santuarios del PSOE. Al final de la cual debería poner “Dios guarde a usted
muchos años”. Bueno, Pablo Iglesias, quiero decir.
1 comentario:
Es impresionante ¿pero este Tomás Gómez se ha vuelto loco o qué? ...
En fin, creo que se desacredita así mismo.
... auqnue si quiere seguir adelante, le propongo que, simplemente, reutilice la Ley de Represión del Comunismo y la Masonería, de cierto gobernarnte anterior con el que parece tiene cosas en conmún. Igual le vale buena parte del texto...
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