Arnaldo Otegui fue miembro de ETA
y como tal participó en un famoso secuestro. Después dirigió Batasuna, la cara
amable de los asesinos, y cuando ésta fue ilegalizada él intentó restablecer su
funcionamiento por lo que actualmente cumple prisión.
Es lo que tiene la cabra, que
siempre tira al monte tanto como el perro a la farola. Y la cabra de Otegui
tira siempre hacia el mismo monte, el de la democracia “a la vasca”, algo así
como lo de Franco: Que sólo voten lo que yo quiera, que sólo voten los que yo
quiera. La democracia, sin apellidos, tiene sus defectos: que votan todos, que
se puede votar todo, que cualquiera puede ser elector y elegible. Los alemanes
por ejemplo votaron en su momento a Hitler. Ésa fue su culpa, ése fue su error,
la que armaron. Cosas de la democracia pura.
Creer que Herri Batasuna es un
partido demócrata es mera hipocresía buenista, como la de los alemanes de los
años treinta. De aquella experiencia histórica se sacó la deducción de que en
determinados partidos no se podía confiar y había que impedirles participar “contra” la democracia o al menos tenerlos muy
vigilados. Parece que la humanidad no aprende si no tropieza dos veces en la misma
piedra y todavía hay (políticos y votantes vascos) quienes confían a cierraojos
en estas organizaciones. Incluso hay quien pensó que Otegui era un hombre de
paz.
Pero si a la democracia se le
ponen apellidos la estropeamos. “Orgánica”, por ejemplo. O también “Otéguica”.
Mala señal. Arnaldo Otegui se lamenta desde la cárcel de que van a poder votar
hasta los txakurras. Y es que no hay nada más sectario que aquel que cree que
puede elegir a los votantes. Los míos sí, los de los demás no.
A Arnaldo Otegui le duele que
puedan votar todos los que él y sus compinches expulsaron del País Vasco con
armas tan democráticas como la metralleta, la goma dos o el amonal. Hitler también
expulsó a sus txakurras, nada une más que el radicalismo nacionalista,
especialmente si su nacionalismo va acompañado de razias de limpieza. Nada como
la pureza de sangre, viva la raza. O mi ideología, que es la versión moderna
del racismo. Del nazismo.
Arnaldo Otegui quisiera que ya
que esos cien mil (hay quien habla de doscientos mil, déjenme ser modesto en mi
afirmación) han sido desprovistos de sus derechos (el de vivir para algunos; el
de vivir donde quieran para otros) se les expolie también del derecho de
opinión. ¿Para qué van a opinar si son unos parias, para que van a pensar si no
son vascos de pura sangre?
Cada pueblo tiene lo que se
merece… cada pueblo tiene lo que se merecen sus votantes, será mejor decir.
Piénsese en la España actual, por ejemplo. Así que si algún día ese lehendakari
en potencia que ahora mismito está en la cárcel se convierte en un héroe del
pueblo y decide clasificar a los vascos según la lengua que hablen (huy, perdón,
esto ya lo han hecho algunos) o decide expulsar a todos los que no voten lo que
él ordene será porque los votantes vascos lo han querido, son cosas de la
democracia. Sin apellidos.
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