Por el camino que va la cosa la
fiesta nacional de España, que pasaba desapercibida salvo por los gritos que
algunos le lanzaban a Zapatero, puede volver a ser celebrada con orgullo por
los españoles. Esto de los independentismos es lo que tiene, que anima a los
contrarios.
A los españoles siempre nos ha
dado vergüenza ser considerados como patriotas. Cosas del empeño de Franco en
apropiarse de lo que era de todos y en clasificar como malos españoles a los que
no eran más que sus enemigos políticos. El caso es que paseando por la calle
mayor de mi pueblo me puedo encontrar diversos mozalbetes que llevan en sus jerséis
la bandera de Gran Bretaña o la de Estados Unidos sin que se les caiga la cara
de vergüenza pero se dejarían pegar dos tiros antes de llevar la bandera
española. “Ah, no, facha yo, no, eh!”.
Decir que mañana es la fiesta nacional
era de fachas. Salvo si hablamos de la fiesta nacional de Euzkadi, Catalunya o
Venta de Baños. Entonces ser nacionalista pasaba a ser de lo más progre. Y “vestía”
un montón.
Todos los países exhiben con
orgullo su historia, impepinablemente manchada de sangre de los países vecinos,
menos España. Teníamos complejo hasta para hablar de la conquista de América…
claro, sí, pasada por encima de miles de cadáveres de indios… Es como se hacían
las cosas en 1500 y 1600. ¿Es que entonces alguien hablaba de Derechos humanos,
Democracia o derecho a decidir? Los criterios morales o éticos de aquel momento
eran los que eran, no podemos aplicar los actuales. Tan simplemente. ¿Acaso la
conquista de lo que hoy llamamos EEUU se hizo con romero y tomillo? Y sin embargo
nadie habla de la leyenda negra de los malhadados conquistadores ingleses que
exterminaron a millones de indios sin
pararse a preguntarles su opinión sobre la reina madre, fuese quien fuese en
aquel histórico momento, ni a nadie en su sano juicio se le ocurre enjuiciar
tantos otros episodios sangrientos, sucios e inciviles ocurridos en Estados Unidos
incluso después de la independencia.
Pero nosotros tenemos la
desgracia de ser españoles, ay. Y los cuarenta años pasados desde que
enterraron a Franco no han servido para darnos cuenta de que ser español es al
menos tan bonito u horrendo como ser chino, congoleño o finlandés. El que esté
libre de pecado que nos arroje la primera piedra. Salvo que estemos hablando de
fútbol. Entonces sí, fuera complejos, salen a balcones y terrazas miles de
banderas de España. “Pero es que me gusta el fútbol, eh, no es cosa de política.
Yo apoyo a la Roja”. Y al pronunciar “la Roja” había cierto sentimiento de
desagravio. Si decíamos “la Roja” en vez de “la selección nacional” parecía que
éramos progres y que lo de la bandera en la ventana del cuarto de estar era
pecata minuta.
Sin embargo los movimientos de
Artur Mas empiezan a despertar ese sentimiento, ¿desaparecido?, que muchos encubrían,
incluso habrá quien se haya decidido a mandar a freír espárragos sus complejos
y a ponerse un suéter con dos bandas rojas y una amarilla sin temor a nadie ni
a nada. Los pueblos se suelen unir ante los problemas y, a lo peor para él,
Artur Mas, que tanto ha excitado los sentimientos nacionalistas, ha tocado los
tegumentos procreativos de demasiadas personas. Y encima le tendremos que estar
agradecidos.
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