Desengáñese el lector crédulo.
Los nacionalistas catalanes o vascos no quieren la independencia; lo que
quieren es vivir a costa de los demás. De nosotros. Su referente es siempre el
estado libre asociado, léase Puerto Rico o unas islas perdidas en los mares del
norte pertenecientes a la Unión Europea. Todo menos la independencia.
Nos asustan con ello para
sacarnos los cuartos, quieren que nosotros les paguemos sus borracheras
identitarias, sus putas embajadas y que además paguemos la cama
discriminatoria. Quieren que además de haberles pagado la mano de obra con
miles de castellanos obligados por Franco a emigrar –sí, ese mismo Franco que
tanto les persiguió, que tanto les reprimió (a ellos solos, claro), al que
tanto rechazan- les financiemos también sus fiestas privadas, sus sueldos
magníficos (¿Saben ustedes que Mas –el victimista, el pobrecito dominado por la
imperial Castila- gana más que Rajoy?) y sus cientos de asesores. Ah, y
quedarse para ellos con el famoso 3%
No quieren la independencia, no.
Un País vasco independiente no tendría para pagar a sus pensionistas. Lo que
quieren es que nosotros les sufraguemos su buena vida, sus autopistas y sus
montes, parques y jardines. Eso sí, el ejército –por si las moscas- lo ponemos
los demás, ellos no, faltaría más. El ejército se lo pagamos los rudos,
torpes, atrasados, fascistas castellanos.
No quieren la independencia, no, desengáñese
el lector crédulo. Lo que quieren es vivir con nuestro sueldo, que los impuestos
los paguemos nosotros. ¿Por qué el País Vasco y Navarra tienen Hacienda propia?
¿Por qué los catalanistas persiguen exactamente lo mismo? ¿Por qué no todos los
españoles somos iguales ante la Ley impositiva? ¿No se reduce todo a la vieja
cuestión de “La pela es la pela”? Pero, y sobre todo, ¿por qué nuestros
nefastos políticos castellanos se callan, transigen y aceptan sumisamente esta
situación medieval? ¿Por qué son tan sumisos a sus propios partidos, por qué
aceptan resignadamente la obediencia partidista, por qué no nos defienden, por
qué les seguimos votando, por qué los ciudadanos seguimos aceptando
acríticamente esta estúpida situación?
Saben, ahora que lo pienso me doy
cuenta de que la respuesta a esta última pregunta es la madre del cordero. He
ahí la cuestión.
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