Hace ya varios siglos que la
razón –esa herramienta que tantos ignoran- me llevó a desconfiar de proclamas
fáciles y populismos decimonónicos de cierta izquierda arrabalera y anclada en
los orígenes selváticos del desarrollismo industrial; desde entonces no he
dejado de preguntarme si tiene la izquierda -además de un verbo fácil- cerebros capaces de
solucionar los problemas sociales. Si hemos de juzgar por quienes nos acaban de
gobernar mejor sería clausurar la funesta manía de pensar. Si nos preguntamos
por las dotes intelectuales o por la calidad humana de Leire Pajín o Bibiana Aido,
apaga y vámonos. De Zapahuero, el genio que las parió políticamente y las
colocó para regir nuestro destino, es mejor no acordarse.
Pero no sólo de pasado vive la
izquierda. Ha venido para quedarse y pillada en sus contradicciones -amores a los
demócratas de Cuba, por ejemplo- hay ocasiones en que sus manifestaciones
alcanzan la gloria expresiva de la Capilla Sixtina… de la estupidez humana.
El presidente del Congreso ha
tenido a bien felicitar la navidad con una tarjeta de navidad en la que había
una escena de navidad. Congruente, ¿no? Pues esta izquierda que cuarenta años
después sigue luchando contra Franco y que ha puesto sus excelencias en un
laicismo de todo a cien se ha cabreado. Porque había una escena de navidad.
Manda.
Estos personajes sectarios e incoherentes,
que piensan que de esta manera mejoran el Estado de bienestar, que mejoran la
calidad de vida de los parias de la Tierra, que piensan que una tarjeta de
navidad no debe tener imágenes de navidad, quieren que les confiemos nuestro
voto y que nos entreguemos a ellos sin darse cuenta de su cortedad de miras, de
la simpleza de sus argumentos y de las contradicciones en que incurre su
supuesta “intelligentsia”.
Es navidad, celebramos la navidad
y llevamos dos mil años en ello. Quizá sea también una fiesta social,
costumbrista y familiar pero su origen es el que es y representa lo que
representa. A veces la capacidad de pensar está limitada por las anteojeras.
Triunfaron cuando desaparecieron los
símbolos cristianos de las luces de las calles y van sobraos. Quizá en ese
mundo idílico soñado por la izquierda montaraz la postal de navidad debería ser
una vela, pero la luz también es icono del cristianismo, o un árbol cargado de
regalos, que es un homenaje al capitalismo desmadrado. Si la salvación del
proletariado pasa por una izquierda preocupada por una postal de navidad con
escenas de navidad… ¿Quién se interesará por los problemas sociales?
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